lunes, 28 de abril de 2008
KAPUSCINSKI: PATRIARCA DEL MEJOR OFICIO DEL MUNDO
VIEJO PERIODISTA CON SANDALIAS DE VIAJERO
Junto a García Márquez(izq.) el gran cronista polaco, muerto en enero de 2007, fue maestro de generaciones de reporteros que hasta ahora ven en él a todo lo que encarna lo mejor del periodismo: compromiso, humildad y una ética a prueba de balas.
Darwin Pinto Cascán
Si le teme a las balas, a las víboras, a la fiebre, a las espinas, a las enfermedades venéreas o a las letrinas, entonces usted jamás será periodista...
Esta sentencia la dice Ryszard Kapuscinski, considerado por muchos el mejor reportero del siglo XX. Esa oración resume, en sólo un párrafo, todo lo que debe saber un aspirante a reportero sin que tenga que sufrir cinco años en las aulas de una facultad, sacrificio que usualmente lo único que le deja es un título para colgar en la pared.
Si cree que lo dicho en el párrafo de arriba es algo audaz, aquí otros datitos del gran cronista polaco: Kapuscinski cubrió 27 revoluciones, 12 frentes de guerra y fue condenado en cuatro ocasiones a ser fusilado. Esa experiencia algo le habrá enseñado...
El maestro
Ryszard Kapuscinski, fallecido el 23 de enero de 2007 en Varsovia a los 74 años, periodista de culto para las nuevas generaciones de reporteros, fue un cronista con sandalias de viajero que puso en las mesas de desayuno europeas (en formatos de tabloide) las tragedias de guerras civiles y revoluciones en África y Latinoamérica.
¿Qué lo hizo diferente al resto de los corresponsales? Por más de 40 años de coberturas en lugares que ni aparecían en los mapas del mundo, él jamás gastó pólvora en gallinazo con preguntas frívolas como: ¿son 46 ó 47 muertos en la escaramuza de esta guerra civil? sino que lanzó su mirada al corazón del problema e interrogó sin el menor escrúpulo: ¿cómo carajos es que se llegó a ésto?
Además, nunca fue parte de la ‘manada’ de reporteros que se quedaban en las afueras de los palacios de Gobierno africanos o latinoamericanos esperando comunicados oficiales de prensa para luego correr a los teléfonos y llamar a sus redacciones, sino que se introducía en las selvas y callejones donde ocurría lo más crudo de sus historias, historias que casi nunca eran parte de la "noticia oficial".
Eso le ocasionó cuatro sentencias de muerte que burló con una buena dósis de suerte y con el peso de los quilates de su nombre. Entre las enseñanzas que el polaco dejó a sus alumnos hispanoamericanos en la Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano (que preside Gabriel García Márquez), estuvo el proclamar el derecho de las fuentes a ser personas con dignidad y no simples cifras, y también fue un crítico de la entrada del periodismo al libre mercado mundial en calidad de mercancía valiosa. “Cuando estuve en Ruanda en la matanza de 1994, noté que muchos periodistas, de tan conectados que estaban con su central por teléfonos y correos electrónicos, no veían lo que pasaba en el lugar. Llamaban a sus jefes en Nueva York o Madrid, quienes les decían que necesitaban confirmar ésta u otra noticia. Esos corresponsales ya no eran reporteros: sólo seguían órdenes de unos jefes que ni sabían en qué lugar del mundo quedaba Ruanda. Pero en mi experiencia, los mejores reportajes se escriben cuando en la oficina central ni siquiera saben dónde está uno”, escribía Kapuscinski.
El Hombre
Ryszard Kapuscinski, (nació en Pinsk, Bielorrusia, entonces parte de Polonia, el 4 de marzo de 1932 y murió en Varsovia, 23 de enero de 2007) estudió en la Universidad de Varsovia Historia y Arte, aunque finalmente se dedicó al periodismo. Colaboró en las publicaciones como el Time, The New York Times, La Jornada y Frankfurter Allgemeine Zeitung. Compaginó desde 1962 sus colaboraciones periodísticas con la actividad literaria y ejerció como profesor en varias universidades. Fue corresponsal en el extranjero hasta 1981. Entre 1954 y 1981 fue miembro del Partido Unido de los Trabajadores Polacos (denominación que tenía en Polonia el Partido Comunista). En 1964 fue designado por la Agencia de Prensa Polaca (PAP, por sus siglas en polaco) como su único corresponsal en el extranjero. Viajó por los países en vías de desarrollo y reportó guerras, golpes de Estado y revoluciones en África, Asia, Europa y las Américas. En el mundo anglosajón Kapuscinski es mejor conocido por sus reportajes en África en las décadas de 1960 y 1970, cuando presenció el fin de los imperios coloniales europeos en aquel continente.
El espía
Kapuscinski, que sonó en numerosas ocasiones como candidato al premio Nobel de literatura, tras su muerte fue acusado por la edición polaca del semanario Newsweek de haber sido espía comunista en los países sobre los que escribió. Newsweek publicó extractos de archivos sobre Kapuscinski conservados en el Instituto Polaco del Recuerdo que le exponen como agente de la policía secreta comunista entre 1967 y 1972.
“Durante su cooperación ha demostrado mucha voluntad pero no ha dado ningún documento significativo”, decían los extractos policiales del archivo de Kapuscinski, citados por la Newsweek. “Ningún periodista de EEUU tuvo que trabajar con la CIA para poder salir del país”, Pero Kapuscinski tuvo (…) Si no lo hubiera hecho, no habría escrito sus libros. No habría sido Kapuscinski”. declaró a una agencia de noticias Ernest Skalski, un viejo amigo del fallecido y también reportero.
Así entre el mito creado por sus seguidores y las acusaciones de sus detractores, el legado periodístico-literario de Kapuscinski es innegable incluso entre grandes periodistas de la talla de Gabriel García Márquez. El polaco fue al único periodista vivo al que el ego enorme del Nobel colombiano se rindió sin atenuantes. Sólo a Kapuscinski el Gabo llamó siempre cada vez que se encontraron: gran maestro. Por algo habrá sido.
Su obra literario-periodística
- Emperador, sobre el emperador de Etiopía Haile Selassie.
- El Sha, tema de la época del Sha Mohamed Reza Pahlevi de Irán.
- El Imperio, acerca del derrumbamiento de la Unión Soviética.
- Ébano, considerado por muchos su mejor libro, contiene reportajes ubicados en varios países de África.
- Lapidarium IV, fragmentos de reportajes y pensamientos.
- La guerra del fútbol, en que habla sobre diversos conflictos africanos y latinoamericanos. El reportaje que da título al libro narra la guerra que llevaron a cabo Honduras y El Salvador, cuyo detonante fue un partido de fútbol entre las selecciones de ambos países valedero para el mundial de México en 1970.
- Los cínicos no sirven para este oficio, basado en entrevistas y conversaciones moderadas por Maria Nadotti.
- Un día más con vida, donde narra la descolonización portuguesa de Angola en 1975 y sus consecuencias: una guerra civil que asoló la región hasta hace muy poco.
- Los cinco sentidos del periodista, que recoge principios básicos de periodismo, con base en los talleres que impartió en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. - El mundo de hoy, en el que el autor reflexiona sobre los últimos acontecimientos ocurridos en el mundo tales como el 11-S o el 11-M, así como una autobiografía y sus reflexiones para comprender el mundo en el que vivimos.
- Viajes con Heródoto, publicado en 2006. Obsesionado por cruzar la frontera, la redacción del diario en el que trabaja le envía a la India con un libro, la Historia de Heródoto, el primer historiador griego. Es un libro de difícil clasificación, en el que homenajea a un Heródoto protorreportero, descubridor de algo tan fundamental como que los mundos son muchos.
Esa gran manada mundial/Fragmento
Ryszard Kapuscinski
A medida que el negocio de los medios se hizo más grande e importante, éstos empezaron a encerrarse en una vida propia y desvinculada de la realidad. Si antes la prensa tenía como objetivo reflejar el mundo, ahora los grandes medios se limitan a “su” mundo compitiendo entre ellos. Ya no les interesa tanto lo que sucede afuera, sino que los demás medios no publiquen algo que ellos no tienen. Una gran manada de trabajadores de medios se mueve de un lugar a otro del mundo creando una brutal centralización de la noticia. Para competir entre sí los medios andan en banda mirándose unos a otros sin mirar al mundo. Por eso si en el mundo ocurren varios hechos a la vez, los medios sólo cubren uno: el que atrae a la manada. Más de una vez fui miembro de esa manada y vi de cerca cómo funciona. Recuerdo la crisis generada por la toma de rehenes norteamericanos en Teherán: aunque nada sucedía en la capital de Irán, miles de enviados especiales del mundo permanecieron por meses ahí. Esa misma manada se trasladó al Golfo Pérsico durante la guerra aunque los estadounidenses no dejaban que nadie se acercase al frente. En ese mismo momento ocurrían cosas horribles en Mozambique y en Sudán, pero a nadie le importó porque la manada estaba en Kuwait e Irak. Nuestro oficio comenzó a cambiar como consecuencia de la revolución tecnológica que permitió transmitir la noticia de manera fácil. Pero hay una segunda razón para el cambio de nuestro oficio, acaso la más importante: que la noticia se convirtió en un buen negocio. Normalmente el periodismo se hacía por ambición o por ideales, pero de repente se advirtió que la noticia era un buen negocio.
Galardones
- Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2003, por "su preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje". Para él se pidió el premio Nobel de Literatura (por su riqueza narrativa), aunque jamás se le otorgó.
- Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cracovia, Universidad de Gdansk, Universidad de Silesia en Katowice, Universidad de Wroclaw, Universidad de Barcelona y la Universidad Ramón Llull.
- Premio Literario Elsa Morante (2005)
Opiniones
Gísela López / Periodista
El periodismo que hacía él está en vías de extinción. Sobre todo, la parte que concierne al trabajo de campo, ese periodismo que mastica polvo, que se mimetiza en la sociedad para contarla hasta en sus detalles más íntimos. Ahora todo se hace desde el escritorio, pero Kapuscinski era capaz de pintarse la piel para mimetizarse en la sociedad donde iba a hacer periodismo del bueno. Ese tipo de trabajo es el que se está perdiendo por culpa del sistema globalizador y mercantilista.
Hernán Cabrera / Federación de la Prensa
El periodismo que nos legó ese gran periodista es aquel que nos permitió abrir las puertas a la inteligencia, al estilo, al compromiso y a la denuncia. Nos hizo descubrir el horror de la guerra y la actitud de no soportarla. El mejor reportero del mundo nos dijo que no podíamos ser indiferentes ni imparciales frente a la tortura y el hambre. Nos enseñó que el periodista es un ser comprometido con su pueblo y con la verdad. No podemos ser neutrales. Tenemos que asumir las causas, ser militantes de la verdad, del pueblo y no del poder.
Roberto Navia / Periodista
Kapuscinski, el maestro, enseñó que se debe narrar las penurias de los que sufren la historia y no sólo de aquellos que la escriben. Tuvo el talento de escuchar, viajó sin apuros y siempre creyó que el periodismo más que una carrera era una misión. Cada que tengo que marchar a buscar historias, recuerdo que decía que “el reportero de verdad no se aloja en el Hilton sino que duerme allí donde lo hacen los héroes de sus relatos, y también come y bebe lo mismo que ellos. Sólo así podrá escribir un texto honesto”.
CHAU NEGRO RENEGAU Y CANAYA...
FONTANARROSA: LA MUERTE EN TINTA IMBORRABLE
El jueves 19 de julio de 2007 murió en Rosario (Argentina) Roberto Fontanarrosa, uno de los caricaturistas más importantes de todos los tiempos. El dibujante dejó huérfanos a Inodoro Pereyra, a Boogie el Aceitoso y a miles de fans que inundan la pampa con su pena por este hombre que supo sobrevivir a los "malones de ausencia" y peleó contra los estragos de la vida a punta de un "malambo é sablazos"...
Darwin Pinto
El jueves 19 de julio de 2007 murió en Rosario (Argentina) Roberto Fontanarrosa, uno de los caricaturistas más importantes de todos los tiempos. El dibujante dejó huérfanos a Inodoro Pereyra, a Boogie el Aceitoso y a miles de fans que inundan la pampa con su pena por este hombre que supo sobrevivir a los "malones de ausencia" y peleó contra los estragos de la vida a punta de un "malambo é sablazos"...
Darwin Pinto
Inodoro Pereyra debe andar por los tolderíos de la pampa argentina buscando a su eterno rival, Escorpión Resolana, para perdonarle la vida de una vez por todas en señal de duelo por la muerte de su padre, Roberto Fontanarrosa. Su perro Mendieta (mezcla de alcahuete a prueba de balas, filósofo de la necesidad y cumpa leal como una vacuna para chicos) debe estar deseando tener más ojos para llorarle a moco tendido a su tata el ‘Negro’. Boogie el Aceitoso debe estar vomitando bilis en su baño de matón a sueldo, con su arma desarmada por la amargura, tan deprimido en su pinta de galán de cine rudo que se le han de haber quitado las ganas de golpear a sus mujeres y de matar negros, hippies y maricones, disparándoles desde su ventana.
Y es que Roberto Fontanarrosa, “El Negro canaya”, el rosarino que hizo parir a la pampa a su hijo más bravo (el Inodoro) y le hizo un rubio gurí a la violencia de la TV y de la vida real (Boogie el Aceitoso); el tipo que defendió a capa y espada en un Congreso Internacional de la Lengua la dignidad de las malas palabras y la elocuencia de la palabra mierda; el que unió en un solo territorio al fútbol, la literatura y la historieta, dejó a los mortales de este mundo y a los hinchas de Rosario Central para irse con sus pilchas al tolderío de los inmortales.
En Bolivia, caricaturistas y escritores lo recuerdan, como Óscar Barbery (Gaspar), creador de El Duende y su camarilla, y autor del libro Cuentos para leer con asco, que conoció la obra de Fontanarrosa en 1971, cuando estudiaba en Argentina. “Yo leía sus tiras cómicas en la revista Hortensia. Al principio era un cómic formal, pero después se va soltando hasta adquirir un estilo propio con mayor síntesis y un grafismo casi minimalista. El más famoso de sus personajes es Inodoro. Boogie es interesante pero lo dibujó hasta los 80, luego ya no lo hizo porque los tiempos se hicieron agresivos”, dice Barbery. Agrega que así como recibió la influencia de Quino y otros caricaturistas, la presencia de Fontanarrosa fue importante para él. “Más que una influencia, ellos ayudan a saber cómo superar las dificultades”, afirma. La historia que más recuerda Barbery es la que hay en un libro en el que Fontanarrosa hace parodias de los clásicos. “Era sobre la cabaña del Tío Tom. Muere el negro Tom en el sur de Estados Unidos (donde los esclavos cosechaban algodón) y el nieto pregunta a la abuela: ¿El tío Tom fue al cielo?
- Sí.
- ¿Y qué hace?
- Descansa
- ¿En qué?
- En una nube
- ¿Y las nubes son de algodón?
- Sí.
- Entonces no descansa.
Barbery afirma que Fontanarrosa la desembrolló la literatura y escribió sin dejar de parodiar. “Después de Quino y su enorme influencia, viene una generación marcada por Fontanarrosa y Cris en la historieta”, concluye.
Ramón Rocha Monroy, consternado por la noticia de su muerte, señala que sigue la obra de Fontanarrosa desde hace 20 años. “Él casi nunca salió de Rosario, no es de esos talentos que se van (ni aún muertos). La gente puja por distinguirse, él era cotidiano, cualquiera podía encontrarlo en el café El Cairo. Además de las historietas tiene libros ejemplares de narrativa. ¿Cuál su aporte en el cómic y la literatura?, pues la humildad del creador”, dice el autor de Crítica de la sazón pura.
Wilmer Urello, ganador del Premio Nacional de Novela 2006, con su obra Los fantasmas asesinos, señaló que lo que más le gustaba del creador de Inodoro Pereyra era su manejo temático y el modo claro y sintético con el que dibujaba sus tiras.
El periodista Javier Méndez, seguidor de las aventuras de Inodoro Pereyra hace más de una década, señala que “todo lector de Fontanarrosa es hoy día una pampa de pena y el dolor de acogerlo dentro no se puede nombrar con nada. Lentamente, como la luz mala de sus historietas, esa impronunciable enfermedad empezó dándole un golpe bajo: la mano derecha, la de los trazos, la del mate. Qué tendrá el destino, diría un escritor de venas abiertas, que golpea a los habilidosos donde más duele (Zavaleta con un cáncer en el cerebro, por ejemplo). Con la tinta aún revuelta, nos deja este negro y canaya, ‘vestidos y alborotados’ como hacía el querido Inodoro con algunas novias: se fue sin visitarnos, como seguramente quiso. Un gran jasayé no podría a la vez con toda la tristeza que nos deja este canaya congénito. Quisiera ver si Boogie es tan macho como para no soltar un lagrimón. Imposible. Qué vocación esta de oficiar de sepulturero lírico, que lo parió”, dice Méndez.
Y es que en el caso de Fontanarrosa, todo lo bueno o lo malo que se dijo en su vida fue verdad, y el final le llegó demasiado rápido, pese a que él había hecho decir a don Inodoro: Qué grande ai de ser la muerte... que viene tan despacito.
CUENTO DE UN PATEADOR DE PELOTA
CUENTO DE UN PATEADOR DE PELOTA
Un paso más atrás. Ahí está bien. Ya está la barrera formada. Una baldosa más acá. Un momento. Ante todo, sacar las cosas del arco. Hay botellas debajo de la pileta y dos sifones. Los sifones revientan y los pedacitos de vidrio saltan y se meten en los ojos. Bien juntas las macetas de la barrera. El arquero muy nervioso. Miguel Tornino frente al balón. Atención. El rubio Tornino frente al balón. Una mano en la cintura. La otra también. La mano sacándose el pelo de la frente. La transpiración de la frente. De los ojos. Hay silencio en el estadio. Es la siesta. Hasta el Negro se ha quedado quieto. Resignado a ser simple espectador de ese tiro libre de carácter directo que ya tiene como seguro ejecutor a Miguel Tornino, que estudia con los ojos entrecerrados el ángulo de tiro, el hueco que le deja la barrera, la luz que atisba entre la pierna derecha del recio mediovolante de la visita y la pata de portland de la maceta grandota del culantrillo. Un solo grito en el estadio: Miiiguel, Miiiguel. El público de pie ante ésta, la última oportunidad de Racing cuando sólo faltan dos minutos para el fin del match. Habrá que apurarse antes de que vuelva a adelantarse la barrera o el Negro insista en morder la pelota y hacerla cagar como el otro día que la pinchó el muy boludo. Sonó el silbato. Habrá que pegarle de chanfle interno. La cara interna del pie diestro de Tornino, el pibe de las inferiores debutante hoy le dará al balón casi de costado, tal vez de abajo, con no mucha fuerza pero sí con satánica precisión para que ese fulbo describa una rara comba sobre los defensores, sobre el despeinado pirincho del helecho de la segunda maceta y se cuele entre el travesaño, el poste, el postrer manotazo de la lata de aceite Cocinero que se ha lucido hasta el momento. ¡Tiró Tornino! y... se hizo mimbre en el aire el arquero ante el latigazo insólito de curva inesperada y con la punta de los dos dedos allá voló la lata a la mierda, carajo que ladra el Negro, sí mamá... sí la guardo... está bien... pero mirá vos cómo la viene a sacar este guacho...
EL MAL Y LA PARCA
La enfermedad que padecía Fontanarrosa en el momento en que lo mató un paro cardiaco es la esclerosis lateral amiotrófica, que es una enfermedad de las partes del sistema nervioso que controlan el movimiento de los músculos voluntarios. La palabra amiotrófica significa ‘sin nutrimento muscular’ y se refiere a la pérdida de las señales que los nervios envían normalmente a los músculos. ‘Lateral’ se refiere a la ubicación del daño en la médula espinal. Esclerosis significa ‘endurecimiento’ y se refiere al estado endurecido de la médula espinal en el mal avanzado. ¿Cómo se desarrolla? A medida que se pierden estas neuronas motoras, los músculos que controlan se debilitan y después dejan de funcionar. Eventualmente, la persona con este mal se paraliza. La muerte, ocasionada por complicaciones respiratorias, sobreviene entre tres y cinco años después del diagnóstico. Aproximadamente el 10% de las personas con la enfermedad viven más de 10 años y algunas sobreviven durante décadas.
CRONOLOGÍA DE UN BALAZO EN LA PAMPA
CRONOLOGÍA DE UN BALAZO EN LA PAMPA
1944. El 26 de noviembre el parto fue normal, salvo por un detalle: el bebé resultó negro y canalla. Roberto Fontanarrosa fue humorista gráfico, escritor e hincha de Rosario Central, a cuyos hinchas les dicen “canallas”.
1957: Fin de la primaria: "Andá al industrial, ahí está el futuro del país", dice el padre. "Que haga lo que le guste, pero que estudie inglés", acota la madre al verlo copiar los dibujos de Rayo Rojo, Puño Fuerte y Misterix.
1968: Publica en la revista Boom su primer chiste: un policía muestra su bastón manchado de rojo-sangre. Dice: "No hay ninguna duda, eran comunistas".
1971: Rosario Central es campeón por primera vez.
1972: Surge la revista humorística Hortensia, que será madre de Boogie e Inodoro Pereyra.
1981: Publica Best Seller, novela inicial de Fontanarrosa. Al año siguiente, sale El área 18.
1982: Publica los libros de cuentos: El mundo ha vivido equivocado, No sé si he sido claro, Nada del otro mundo, Uno nunca sabe, El mayor de mis defectos y La mesa de los galanes.
1983: Aparecen Semblanzas deportivas y Las aventuras de Sperman, un donante de esperma.
1985: Sale la novela: La Gansada
1998: Inodoro cumple 25 años
2006: El gobierno argentino lo condecora por su aporte cultural
viernes, 11 de abril de 2008
OTRA INVASIÓN CHILENA FRENADA EN 1978
CHARAÑA: LA TIERRA DEL ABRAZO Y LA RESISTENCIA
La última celebración del 23 de marzo no fue la de siempre en este poblado hundido en la altura altiplánica y el frío asfixiante. También asistieron oficiales chilenos que saludaron a la bandera boliviana
Darwin Pinto. Charaña
El encargado del control de los hitos 14 y 15 de la frontera boliviana con Chile, Félix Poma Paco, asegura que los intentos chilenos de ocupar territorio boliviano desguarnecido, siguen vigentes.
"En Achuta, a 50 kilómetros al sur de Charaña, sobre la frontera con Chile minada por ellos en los años 70, el 15 de marzo pasado los carabineros de ese país hicieron una incursión armada y exigieron a los habitantes de la zona que muestren documentos que acrediten que ese sector es boliviano. Hemos pedido al Ejército nacional esos documentos y no nos hacen caso. Va a ser hasta que se nos entren como en 1879, o como recién nomás en 1978", recuerda Poma Paco.
La revelación que hace Poma es bien recordada por algunas personas en Charaña, que en 1978 vivían en Cosapa, a 40 kilómetros al sur de la paceña Charaña (que significa: "sitio de descanso" en aimara). "No recuerdo el mes, pero por las noches podíamos ver unidades del ejército chileno por los cerros, acercándose a las poblaciones bolivianas y haciendo preguntas. En vista de eso avisamos más de tres veces al regimiento Max Toledo asentado en Charaña y no nos hicieron caso", recuerda Prudencio Crespo, que entonces tenía 15 años.
Crespo agrega que las incursiones menuderaron hasta que los chilenos dieron un ultimatum de 24 horas a los pobladores de Cosapa para que abandonen el pueblo que era "territorio chileno desde tiempos de la colonia", según pregonaba un oficial mapocho. En el transcurso de las 24 horas de plazo, las mujeres y niños de la población fueron evacuados. Los hombres conformaron nueve grupos de a ocho, cada uno con un mauser, que algún abuelo tenía desde la Guerra del Chaco contra el Paraguay.
Otro grupo se fue en bicicleta a Charaña a avisar nuevamente a los militares que había un ultimátum para que los bolivianos dejen Cosapa. En la tarde llegaron nueve soldados bolivianos de Charaña, comandados por un subteniente, del que nadie recuerda el nombre. Entonces fue cuando vieron que unos cincuenta chilenos "encabezados por un tipo que tenía una antena grande en la espalda", rodearon Cosapa, y se pusieron en situación de apronte. Los bolivianos rodeados, inmediatamente izaron la bandera nacional y se colocaron en posiciones de defensa alrededor de la tricolor. El comandante de los chilenos dejó atrás una línea de tanques y carros de asalto que comandaba y salió a un claro para parlamentar con el oficial boliviano.
"El chileno le gritó al boliviano: ¿estás desarmado?, y el boliviano dijo que sí. Después hablaron durante media hora. Nadie escuchó lo que se decían, pero se notaba la rabia en sus gestos. Si alguien hubiese disparado un tiro, ahí se armaba", recuerda también Vespaciano Chaña, habitante de Charaña.
Luego de la discusión en la que ambos oficiales señalaban líneas imaginarias sobre los cerros, el chileno se retiró y junto a sus soldados se fueron cantando marchas de burla contra los bolivianos, rememora Chaña. Por la noche, cuando los soldados nacionales volvieron a Charaña, las tropas chilenas incursionaron en Cosapa, tomaron prisioneros a los hombres y empezaron a mirar los tatuajes que se hacen los soldados al salir del cuartel y a preguntarles dónde estaban esos cuarteles y si habían armas. "¿Conoces esto? me preguntaron, mientras me mostraban una ametralladora, dije que sí. ¿Conoces eso?, volvieron a preguntarme, mientras me señalaban un tanque, y yo dije que sí, y luego preguntaron si Bolivia tenía muchos tanques y yo dije que ¡uuuuuujuu!, hartos de esos tenemos detrás de esos cerros, les mentí y ellos lo creyeron", recuerda Poma.
"A la noche siguiente, cuando las tropas chilenas intentaron entrar de nuevo a Cosapa, nos habíamos reagrupado, y como mi hermano estaba algo borracho y era reservista, los vio bajar por el cerro y empezó a dispararles con el mauser del abuelo. Los chilenos no respondieron y se retiraron. Ahí acabó entonces su intento por tomar esta parte de la frontera, pero ahora han empezado de nuevo", dice otro habitante de Charaña, que prefiere no dar su nombre porque pasa seguido a Chile a traer contrabando y teme represalias.
Según los habitantes de Charaña, en anteriores 23 de marzo, los carabineros chilenos pasaban la frontera desguarnecida e ingresaban a caballo hasta Charaña ante la mirada impotente de sus pobladores, que hasta ahora se sienten amenazados por el país vecino. "A veces sus aviones de combate invaden nuestro espacio aéreo, en un clara acción de provocación", dice María Veizaga, vecina del lugar, que como casi todas las mujeres de Charaña, ha tenido a todos sus hijos en Chile porque en el lado boliviano sólo hay una posta médica, pero no tiene personal.
Los carabineros de Chile, asentados en la población de Visviri (un pueblo moderno con agua, luz, Internet, centro médico y calles señalizadas, que sin embargo, sólo alberga a 20 habitantes), dijeron que esas acusaciones eran falsas. Coinciden en afirmar que, cuando Charaña anunció que izaría la bandera chilena por el abandono del gobierno central, no hubiesen aceptado tal cosa porque "respetan a los pueblos vecinos".
Prueba de ello fue el hecho que, cuando se izó la tricolor nacional en el punto tripartito que divide a Bolivia, Chile y Perú, los Carabineros chilenos rindieron honores a la bandera nacional el 23 de marzo. No sabían el Himno Nacional, pero comandados por Juan Leal Peña, hacían el saludo militar ante la enseña patria, que era izada por el comandante de la Primera División del Ejército boliviano asentada en Viacha, Freddy Paredes.
Allí, muchos años atrás, también hubo un abrazo entre dictadores que fue una esperanza de recuperar las costas... No importa, al cabo que ni las queremos (sic).
La última celebración del 23 de marzo no fue la de siempre en este poblado hundido en la altura altiplánica y el frío asfixiante. También asistieron oficiales chilenos que saludaron a la bandera boliviana
Darwin Pinto. Charaña
El encargado del control de los hitos 14 y 15 de la frontera boliviana con Chile, Félix Poma Paco, asegura que los intentos chilenos de ocupar territorio boliviano desguarnecido, siguen vigentes.
"En Achuta, a 50 kilómetros al sur de Charaña, sobre la frontera con Chile minada por ellos en los años 70, el 15 de marzo pasado los carabineros de ese país hicieron una incursión armada y exigieron a los habitantes de la zona que muestren documentos que acrediten que ese sector es boliviano. Hemos pedido al Ejército nacional esos documentos y no nos hacen caso. Va a ser hasta que se nos entren como en 1879, o como recién nomás en 1978", recuerda Poma Paco.
La revelación que hace Poma es bien recordada por algunas personas en Charaña, que en 1978 vivían en Cosapa, a 40 kilómetros al sur de la paceña Charaña (que significa: "sitio de descanso" en aimara). "No recuerdo el mes, pero por las noches podíamos ver unidades del ejército chileno por los cerros, acercándose a las poblaciones bolivianas y haciendo preguntas. En vista de eso avisamos más de tres veces al regimiento Max Toledo asentado en Charaña y no nos hicieron caso", recuerda Prudencio Crespo, que entonces tenía 15 años.
Crespo agrega que las incursiones menuderaron hasta que los chilenos dieron un ultimatum de 24 horas a los pobladores de Cosapa para que abandonen el pueblo que era "territorio chileno desde tiempos de la colonia", según pregonaba un oficial mapocho. En el transcurso de las 24 horas de plazo, las mujeres y niños de la población fueron evacuados. Los hombres conformaron nueve grupos de a ocho, cada uno con un mauser, que algún abuelo tenía desde la Guerra del Chaco contra el Paraguay.
Otro grupo se fue en bicicleta a Charaña a avisar nuevamente a los militares que había un ultimátum para que los bolivianos dejen Cosapa. En la tarde llegaron nueve soldados bolivianos de Charaña, comandados por un subteniente, del que nadie recuerda el nombre. Entonces fue cuando vieron que unos cincuenta chilenos "encabezados por un tipo que tenía una antena grande en la espalda", rodearon Cosapa, y se pusieron en situación de apronte. Los bolivianos rodeados, inmediatamente izaron la bandera nacional y se colocaron en posiciones de defensa alrededor de la tricolor. El comandante de los chilenos dejó atrás una línea de tanques y carros de asalto que comandaba y salió a un claro para parlamentar con el oficial boliviano.
"El chileno le gritó al boliviano: ¿estás desarmado?, y el boliviano dijo que sí. Después hablaron durante media hora. Nadie escuchó lo que se decían, pero se notaba la rabia en sus gestos. Si alguien hubiese disparado un tiro, ahí se armaba", recuerda también Vespaciano Chaña, habitante de Charaña.
Luego de la discusión en la que ambos oficiales señalaban líneas imaginarias sobre los cerros, el chileno se retiró y junto a sus soldados se fueron cantando marchas de burla contra los bolivianos, rememora Chaña. Por la noche, cuando los soldados nacionales volvieron a Charaña, las tropas chilenas incursionaron en Cosapa, tomaron prisioneros a los hombres y empezaron a mirar los tatuajes que se hacen los soldados al salir del cuartel y a preguntarles dónde estaban esos cuarteles y si habían armas. "¿Conoces esto? me preguntaron, mientras me mostraban una ametralladora, dije que sí. ¿Conoces eso?, volvieron a preguntarme, mientras me señalaban un tanque, y yo dije que sí, y luego preguntaron si Bolivia tenía muchos tanques y yo dije que ¡uuuuuujuu!, hartos de esos tenemos detrás de esos cerros, les mentí y ellos lo creyeron", recuerda Poma.
"A la noche siguiente, cuando las tropas chilenas intentaron entrar de nuevo a Cosapa, nos habíamos reagrupado, y como mi hermano estaba algo borracho y era reservista, los vio bajar por el cerro y empezó a dispararles con el mauser del abuelo. Los chilenos no respondieron y se retiraron. Ahí acabó entonces su intento por tomar esta parte de la frontera, pero ahora han empezado de nuevo", dice otro habitante de Charaña, que prefiere no dar su nombre porque pasa seguido a Chile a traer contrabando y teme represalias.
Según los habitantes de Charaña, en anteriores 23 de marzo, los carabineros chilenos pasaban la frontera desguarnecida e ingresaban a caballo hasta Charaña ante la mirada impotente de sus pobladores, que hasta ahora se sienten amenazados por el país vecino. "A veces sus aviones de combate invaden nuestro espacio aéreo, en un clara acción de provocación", dice María Veizaga, vecina del lugar, que como casi todas las mujeres de Charaña, ha tenido a todos sus hijos en Chile porque en el lado boliviano sólo hay una posta médica, pero no tiene personal.
Los carabineros de Chile, asentados en la población de Visviri (un pueblo moderno con agua, luz, Internet, centro médico y calles señalizadas, que sin embargo, sólo alberga a 20 habitantes), dijeron que esas acusaciones eran falsas. Coinciden en afirmar que, cuando Charaña anunció que izaría la bandera chilena por el abandono del gobierno central, no hubiesen aceptado tal cosa porque "respetan a los pueblos vecinos".
Prueba de ello fue el hecho que, cuando se izó la tricolor nacional en el punto tripartito que divide a Bolivia, Chile y Perú, los Carabineros chilenos rindieron honores a la bandera nacional el 23 de marzo. No sabían el Himno Nacional, pero comandados por Juan Leal Peña, hacían el saludo militar ante la enseña patria, que era izada por el comandante de la Primera División del Ejército boliviano asentada en Viacha, Freddy Paredes.
Allí, muchos años atrás, también hubo un abrazo entre dictadores que fue una esperanza de recuperar las costas... No importa, al cabo que ni las queremos (sic).
Y DIOS GOLPEÓ A LA VILLA IMPERIAL DE CARLOS V
HISTORIA TRÁGICA Y GRANDIOSA DE
UNA TIERRA QUE VALE UN POTOSÍ
La Villa Imperial fue hogar de personajes ilustres como un nieto de Colón, un sobrino de San Ignacio de Loyola o un hijo bastardo del rey Carlos III, entre otros.
Darwin Pinto
Esta villa de piedras grises y balcones carcomidos por los siglos es un oasis de palacetes medievales atrapados en el tiempo y rodeados por cerros mitológicos. Allí yacen humillados dioses incas derrotados por los arcabuces de los hombres vestidos de fierro que se llevaron la sangre de los indios y la del cerro sagrado para moldear a España hasta convertirla un imperio.
El 21 de abril se cumplieron 462 años desde que Juan Villarroel, el primer español que pisó el cerro sagrado, encontró la primera gran veta de plata que haría legendaria la riqueza del lugar. Entre los arrabales en los que sólo crecían casas de adobe con techos de paja, (donde los nativos se defendían del frío muriéndose de tristeza) nació un campo minero cuya reputación trascendió los mares con la velocidad de la peste. Después, el caserío lúgubre y fangoso donde habitaban indios sin dios ni comida, se transformó en la Villa Imperial de Carlos V, ciudad que tuvo 160.000 habitantes en el siglo XVII, más que el París o el Londres de la época, mientras que en el siglo XXI, tiene 176.000, la cuarta ciudad más poblada de Bolivia.
El 21 de abril se cumplieron 462 años desde que Juan Villarroel, el primer español que pisó el cerro sagrado, encontró la primera gran veta de plata que haría legendaria la riqueza del lugar. Entre los arrabales en los que sólo crecían casas de adobe con techos de paja, (donde los nativos se defendían del frío muriéndose de tristeza) nació un campo minero cuya reputación trascendió los mares con la velocidad de la peste. Después, el caserío lúgubre y fangoso donde habitaban indios sin dios ni comida, se transformó en la Villa Imperial de Carlos V, ciudad que tuvo 160.000 habitantes en el siglo XVII, más que el París o el Londres de la época, mientras que en el siglo XXI, tiene 176.000, la cuarta ciudad más poblada de Bolivia.
La historia de Potosí está comprimida en libros con forros de cuero y páginas amarillas (casi siempre rotas y hediondas a viejo o a algún perfume antiguo de mujer), entre los anaqueles de los archivos históricos de Sucre y de la Casa de Moneda en Potosí.
Así como los cronistas potosinos Bartolomé Orsúa Arzans y Nicolás Martínez (siglo XVIII), o Modesto Omiste, (siglo XIX), escribieron la historia de la Villa (agua escurridiza que canta lo que gente antigua hizo o pensó), otros narradores de distintas naciones y épocas contaron al mundo los hechos reales o inventados ocurridos en esta ciudad de fantasmas.
Entre esos autores se cuentan a Miguel de Cervantes, que en su ‘Quijote de la Mancha’, acuña la frase: “Vale un Potosí”, haciendo referencia a algo invaluable. También el nobel colombiano, Gabriel García Márquez, en su novela “El General en su laberinto”, cuenta la visita de Bolívar al cerro, el 28 de octubre de 1826; mientras que el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su trilogía “Memoria del Fuego”, narra la historia dolorosa y colosal que sufrieron los mitayos potosinos bajo los látigos españoles que retumbaban en la panza golosa del cerro comedor de gente.
Si bien los autores pusieron sus ojos en esta veta potosina, invalorable por sus leyendas, no menos resonantes fueron algunos nombres de los habitantes de este campamento minero-Villa Imperial.
“Severino Colón, natural de Potosí y bisnieto de Cristóbal Colón, que dio a España el Nuevo Mundo, entró a la plaza con un mundo grande, denotando ser el que descubrió su bisabuelo, junto a 50 famosos mineros del cerro”, describe Martínez y Vela a este Colón en una de las frecuentes fiestas potosinas.
Por otro lado, según escritos de 1562, el capitán del ejército español Froilán Zapata, tras explotar durante diez años la mina que lleva su apellido, abandonó Potosí y se llevó al Asia 2 millones de pesos en plata. Veinte años después escribió a sus amigos de Potosí, contando que era general de las galeras turcas. Según los españoles prisioneros de los moros, Zapata era el rey de Argelia.
En 1579, luego que Juan Pereira deja Potosí para gobernar Chile (donde lo matan lanzas araucanas y el líder indio Caupolicán bebe el vino de la victoria en el cráneo de Pedro de Valdivia, fugaz conquistador de esos presidios), viene a gobernar la Villa Martín de Loyola, sobrino de San Ignacio de Loyola. Sin embargo, las crónicas no dicen el destino final del pariente del santo fundador de la orden de los jesuitas, expulsada de Bolivia en 1776.
Por otro lado, según escritos de 1562, el capitán del ejército español Froilán Zapata, tras explotar durante diez años la mina que lleva su apellido, abandonó Potosí y se llevó al Asia 2 millones de pesos en plata. Veinte años después escribió a sus amigos de Potosí, contando que era general de las galeras turcas. Según los españoles prisioneros de los moros, Zapata era el rey de Argelia.
En 1579, luego que Juan Pereira deja Potosí para gobernar Chile (donde lo matan lanzas araucanas y el líder indio Caupolicán bebe el vino de la victoria en el cráneo de Pedro de Valdivia, fugaz conquistador de esos presidios), viene a gobernar la Villa Martín de Loyola, sobrino de San Ignacio de Loyola. Sin embargo, las crónicas no dicen el destino final del pariente del santo fundador de la orden de los jesuitas, expulsada de Bolivia en 1776.
En 1589, mientras Potosí sigue enviando refuerzos a Chile asolado por los feroces araucanos, llega a la Villa, San Francisco Solano, que pasa a Tucumán para combatir el pecado. Villa Montes llevaba el nombre de este santo hasta el siglo XX.
Las crónicas también hablan de Francisco de Paula Sanz, gobernador de Potosí, del que se afirma era hijo bastardo del rey Carlos III. Del amor de Sanz con una inca, nació Wallparrimachi, mestizo poeta que murió en las huestes independentistas de Manuel Ascencio Padilla en la batalla contra el realista cruceño Francisco Xavier Aguilera, vencedor de Warnes en el Pari, y muerto en Vallegrande.
Manuscritos de un rey en pisos de letrinas
Durante las arduas campañas de la independencia y en cada una de las revoluciones que desangraron el país en casi dos siglos de la república, los documentos oficiales del poder político, las cuentas de las cajas reales potosinas que describían la cantidad de plata extraída por cada minero español, además de crónicas que contaban las hazañas y desastres del pasado nacional, rodaron en el fuego mítico de campamentos de guerra en montañas, altiplano o llano, para calentar a los guerrilleros libres y a las tropas realistas.
Incluso, cartas de obispos y cédulas reales selladas con el anillo de los reyes de España fueron a dar a letrinas nativas. Sólo el 25% de esos documentos ha sido rescatados, según dicen la directora del archivo de Sucre, Marcela Inch, y el director de la Casa de la Moneda, Edgar Valda, que ahora pelean contra la falta de condiciones para preservar ese patrimonio.
Las crónicas también hablan de Francisco de Paula Sanz, gobernador de Potosí, del que se afirma era hijo bastardo del rey Carlos III. Del amor de Sanz con una inca, nació Wallparrimachi, mestizo poeta que murió en las huestes independentistas de Manuel Ascencio Padilla en la batalla contra el realista cruceño Francisco Xavier Aguilera, vencedor de Warnes en el Pari, y muerto en Vallegrande.
Manuscritos de un rey en pisos de letrinas
Durante las arduas campañas de la independencia y en cada una de las revoluciones que desangraron el país en casi dos siglos de la república, los documentos oficiales del poder político, las cuentas de las cajas reales potosinas que describían la cantidad de plata extraída por cada minero español, además de crónicas que contaban las hazañas y desastres del pasado nacional, rodaron en el fuego mítico de campamentos de guerra en montañas, altiplano o llano, para calentar a los guerrilleros libres y a las tropas realistas.
Incluso, cartas de obispos y cédulas reales selladas con el anillo de los reyes de España fueron a dar a letrinas nativas. Sólo el 25% de esos documentos ha sido rescatados, según dicen la directora del archivo de Sucre, Marcela Inch, y el director de la Casa de la Moneda, Edgar Valda, que ahora pelean contra la falta de condiciones para preservar ese patrimonio.
CRÓNICAS DESDE LOS SOCAVONES DEL DIABLO
Darwin Pinto
De la boca del diablo sale el humo azul de seis cigarros sin filtro que terminan en una punta de brasa roja.
De la boca del diablo sale el humo azul de seis cigarros sin filtro que terminan en una punta de brasa roja.
De la boca verde y sin dientes de los mineros que le rinden tributo en las profundidades de las minas de plata de Potosí, sale un vapor helado y blanco con olor a coca que se pega a la piedra cortante de las minas, piedras heridas a fuerza de dinamita y martillazos desde hace siglos.
“Ese humo sale de la gente cuando el fuego de la vida se va apagando en los pulmones”, dice Joan Puma, minero de 35 años que parece de 60, que ha llegado junto a 12 colegas a la gruta del diablo a pedirle que acepte a un nuevo minero.
Arrastrándose entre las galerías de roca filosa, cuyos bordes hambrientos hacen harapos la ropa y cascos de los mineros, éstos hombres y sus abuelos han arañado las piedras para no caer en los abismos que se abren como bocas feroces en el suelo siempre mojado de las galerías subterráneas y han llegado hasta este espacio pacífico en el fondo de la tierra donde rendirán su tributo de coca, cigarros y alcohol al diablo.
“Ese humo sale de la gente cuando el fuego de la vida se va apagando en los pulmones”, dice Joan Puma, minero de 35 años que parece de 60, que ha llegado junto a 12 colegas a la gruta del diablo a pedirle que acepte a un nuevo minero.
Arrastrándose entre las galerías de roca filosa, cuyos bordes hambrientos hacen harapos la ropa y cascos de los mineros, éstos hombres y sus abuelos han arañado las piedras para no caer en los abismos que se abren como bocas feroces en el suelo siempre mojado de las galerías subterráneas y han llegado hasta este espacio pacífico en el fondo de la tierra donde rendirán su tributo de coca, cigarros y alcohol al diablo.
Así, el ángel rebelde vencido por el Dios de los blancos, y condenado a vivir en las minas oscuras, les dará más vida, más plata y los protegerá en los pasadizos oscuros, de los derrumbes y gases venenosos que, sólo en 2002, cobraron 30 vidas de mineros, según dice Puma.
“Dios no se acuerda de las minas porque, como el infierno o los muertos, estamos bajo la tierra. La cristiandad se acaba hasta donde llega la luz en la entrada de la mina. Ahí está el Tatacajchu, una cruz que evita que el diablo se salga del cerro, pero que no sirve de nada cuando en carnaval el Tío va a la ciudad a celebrar su cumpleaños. Entonces los mineros sacan esa cruz en procesión para proteger a los potosinos de las travesuras del ángel malo”, agrega Puma, cuyos antepasados, según dice, emergieron del cerro como topos de piedra para construir la independencia de Bolivia (1825), para defenderla de Chile (1879), pelear contra Paraguay (1932), construir la revolución de 1952 y resistir a las dictaduras en el cerro sagrado, donde los hombres de las minas se reúnen desde hace siglos para ganarse la vida y la muerte.
“Pijchando frente al diablo se incubaron las ideas de resistencia a las dictaduras, porque aquí, si los espías entraban, el Tío los perdía en los túneles subterráneos. Para hallar la salida, se hace un ritual en el que el Tío acepta o no al intruso”, agrega Aldo Quino, minero de manos de piedra y ojos que ven donde los otros no ven.Para hacer un ritual de iniciación de un nuevo minero, los obreros de las profundidades se han reunido. Wilber Choque entra por primera vez al cerro. Su padre ha muerto por un derrumbe, y como hijo mayor, tiene el orgullo de tomar el lugar del fallecido. Para eso debe ofrendar su mejor coca, alcohol y cigarro al diablo. Si éste lo acepta, entonces encontrará las apetecidas venas grisáceas de plata entre las tripas de piedra abierta del cerro. Si no, deberá irse de inmediato.
Mientras el aprendiz se prepara para esta iniciación, el diablo mira con sus ojos transparentes (dos bolas de vidrio), al resto de los mineros que comparten la coca, el alcohol y el cigarro. Tiene la boca y nariz negras por el hollín de los cigarros de ofrenda y sus bíblicos cuernos de chivo intimidan a los presentes, mientras sus puntiagudas orejas se aguzan para atrapar los lamentos de indios muertos a latigazos en el pasado, y los suspiros de los vivos que fluyen como agua entre los laberintos asfixiantes de las minas. Tiene las manos expertas en cavar la piedra, puestas sobre sus rodillas, y en los pies lleva botas de minero. El diablo (los aimaras no podían decir Dios y decían Dío, de ahí degeneró a Tío), es también un minero, por eso bebe, coquea y fuma. Pero no trabaja, él cuida.
El diablo de la mina, hecho de arcilla y pintado con ocre del cerro por el minero más viejo, es una mezcla entre la religión cristiana y andina. Tiene el rostro europeo, ojos claros, nariz aguileña y barbas. Es un español enano, rojo y con cuernos. Así los mineros vengan a sus antepasados mitayos, muertos a latigazos en las minas, donde ellos ahora arriesgan la vida. Para seguir burlándose, los obreros del cerro llaman al diablo con nombres españoles como Jorge o Juan. El toque andino en el Tío de la mina es su pene de barro, que simboliza la fertilidad del cerro.
El ritual de iniciación empieza. El comensal minero echa alcohol en los ojos del Tío para que éste le haga ver la plata entre la piedra; le moja los hombros, para que le dé fuerza al cargar el metal; le llena de alcohol las manos, para que el Tío guíe las suyas sobre el mineral y le echa alcohol al pene, para que el Malo fertilice a la Pachamama. Así habrá más plata.
“Pijchando frente al diablo se incubaron las ideas de resistencia a las dictaduras, porque aquí, si los espías entraban, el Tío los perdía en los túneles subterráneos. Para hallar la salida, se hace un ritual en el que el Tío acepta o no al intruso”, agrega Aldo Quino, minero de manos de piedra y ojos que ven donde los otros no ven.Para hacer un ritual de iniciación de un nuevo minero, los obreros de las profundidades se han reunido. Wilber Choque entra por primera vez al cerro. Su padre ha muerto por un derrumbe, y como hijo mayor, tiene el orgullo de tomar el lugar del fallecido. Para eso debe ofrendar su mejor coca, alcohol y cigarro al diablo. Si éste lo acepta, entonces encontrará las apetecidas venas grisáceas de plata entre las tripas de piedra abierta del cerro. Si no, deberá irse de inmediato.
Mientras el aprendiz se prepara para esta iniciación, el diablo mira con sus ojos transparentes (dos bolas de vidrio), al resto de los mineros que comparten la coca, el alcohol y el cigarro. Tiene la boca y nariz negras por el hollín de los cigarros de ofrenda y sus bíblicos cuernos de chivo intimidan a los presentes, mientras sus puntiagudas orejas se aguzan para atrapar los lamentos de indios muertos a latigazos en el pasado, y los suspiros de los vivos que fluyen como agua entre los laberintos asfixiantes de las minas. Tiene las manos expertas en cavar la piedra, puestas sobre sus rodillas, y en los pies lleva botas de minero. El diablo (los aimaras no podían decir Dios y decían Dío, de ahí degeneró a Tío), es también un minero, por eso bebe, coquea y fuma. Pero no trabaja, él cuida.
El diablo de la mina, hecho de arcilla y pintado con ocre del cerro por el minero más viejo, es una mezcla entre la religión cristiana y andina. Tiene el rostro europeo, ojos claros, nariz aguileña y barbas. Es un español enano, rojo y con cuernos. Así los mineros vengan a sus antepasados mitayos, muertos a latigazos en las minas, donde ellos ahora arriesgan la vida. Para seguir burlándose, los obreros del cerro llaman al diablo con nombres españoles como Jorge o Juan. El toque andino en el Tío de la mina es su pene de barro, que simboliza la fertilidad del cerro.
El ritual de iniciación empieza. El comensal minero echa alcohol en los ojos del Tío para que éste le haga ver la plata entre la piedra; le moja los hombros, para que le dé fuerza al cargar el metal; le llena de alcohol las manos, para que el Tío guíe las suyas sobre el mineral y le echa alcohol al pene, para que el Malo fertilice a la Pachamama. Así habrá más plata.
El minero primerizo, también lleva grasa de llama para obtener una salud capaz de soportar los peligros de la mina, un sullo (feto) de llama para la fertilidad; y serpentina de carnaval, para alegrar al diablo.Luego de la ofrenda, el iniciado pide permiso al Tío para beber alcohol, y lo pasa a los mineros siempre por la derecha, para conseguir su amistad. El más antiguo de los mineros, reparte la coca por la derecha, y los otros la reciben extendiendo ambas manos en señal de gratitud. Recibir la coca con una mano, significa desprecio. “Por la derecha, porque hacia ese lado gira el mundo y el brazo derecho es fuerza y vida”, señala Juan Carlos Genio, guía que nos ha metido por túneles estrechos como cuevas de animales hasta llegar a la gruta del ritual. Los socavones han cambiado. En la colonia eran rectilíneos y amplios con arcos de medio punto sosteniendo las galerías.
En la república, las galerías se volvieron caóticas e incómodas y se construyen a medida que el minero persigue la vena de plata a punta de dinamita.
En el ritual, los mineros leen su suerte en la coca, cuya cara superior es lo bueno y el reverso es lo malo. Pasan la lengua por la hoja, se la pegan a la nariz, soplan por la boca, y según del lado que caiga la hoja, la respuesta será positiva o negativa. Piden permiso al Tío para la primera fumada con la que pedirán un deseo. Luego colocan el cigarro en la boca del ángel caído. Si el diablo se lo fuma todo y deja ceniza blanca, ha aceptado al minero. Si lo deja a medias y con la punta negra, entonces el primerizo ha sido rechazado y debe dejar la mina, si no, los más de 10.000 diablos del cerro lo perseguirán en la oscuridad para siempre.En todo el ritual, los obreros han estado pendientes a la flamita de acetileno (mezcla entre el carburo de calcio y agua) que les alumbra el camino y les bailotea en los cascos. “Si ese fueguito se apaga, debemos salir corriendo porque hay gases venenosos mortales que se forman cuando el óxido de algunos minerales se combina con el agua que escurre por las paredes”, explica el guía.
En el ritual, los mineros leen su suerte en la coca, cuya cara superior es lo bueno y el reverso es lo malo. Pasan la lengua por la hoja, se la pegan a la nariz, soplan por la boca, y según del lado que caiga la hoja, la respuesta será positiva o negativa. Piden permiso al Tío para la primera fumada con la que pedirán un deseo. Luego colocan el cigarro en la boca del ángel caído. Si el diablo se lo fuma todo y deja ceniza blanca, ha aceptado al minero. Si lo deja a medias y con la punta negra, entonces el primerizo ha sido rechazado y debe dejar la mina, si no, los más de 10.000 diablos del cerro lo perseguirán en la oscuridad para siempre.En todo el ritual, los obreros han estado pendientes a la flamita de acetileno (mezcla entre el carburo de calcio y agua) que les alumbra el camino y les bailotea en los cascos. “Si ese fueguito se apaga, debemos salir corriendo porque hay gases venenosos mortales que se forman cuando el óxido de algunos minerales se combina con el agua que escurre por las paredes”, explica el guía.
La coca, además de ser clave en el ritual, también sirve como filtro de los gases nocivos, atrapando en su textura las partículas del gas, que luego es expulsado con los escupitajos del pijcheo. Pero la coca también sirve para darle la hora al minero que pasa todo el día en la oscuridad de los socavones. “Cargamos un bolo al entrar a la mina en la mañana, cuando se seca en la boca salimos y ya es mediodía”, explica Fulgencio Lora, y remata que hay obreros que tienen una numerosa familia y trabajan hasta 24 horas corridas sin alimentarse, ni tomar agua, soportando la desnutrición. “La coca es lo único que consumimos y por eso la queremos tanto”, dice. El contacto con el asbesto les produce cáncer de pulmón, por lo que la vida activa de un minero es de 15 años, y su esperanza de vida es de 45 años.
Según los mineros más veteranos, antes la pureza de plata era de 90%, hoy es del 5%. Por ello cada grupo de cinco mineros junta 8 toneladas de mineral, que llega a tener un costo de entre Bs 600 y Bs 1.500. Mientras los adultos se revuelcan en combates diarios para ganarse unos pesos, los niños también. Los pequeños se sorprenden de todo. Miran con asombro la cámara fotográfica, tocan con curiosidad de gatitos la grabadora, y luego, estos niños de entre 5 y 12 años, se acuerdan de que deben vender en Bs 5 esas piedras de colores que extraen de la mina, para que haya algo que cenar en la casita de adobe alumbrada por un mechero de acetileno, en el campamento cenizo a los pies del cerro.
Pero si se sorprenden del color de ojos de los turistas y de que la gente tenga pelo en la cara, más se sorprenderían de saber que la minería que ellos practican, junto a la prostitución y la zafra cañera, son las tres peores formas de explotación infantil según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esta entidad afirma que en el cerro de Potosí trabajan unos 6.500 niños de entre cinco y 16 años.A Carlos, lo encontramos perforando a mano la piedra para poner una dinamita. No contesta cuál es su edad, luego responde: 22. Un conocido de él, por lo bajito desmiente: “Tiene 16 años. Dice que tiene 22 porque está prohibido que menores a esa edad trabajen aquí”, señala.
Según el alcalde de Potosí, René Joaquino, con $us 1,5 millones, una ONG de EE.UU. aplicará un proyecto de erradicación del trabajo infantil. Joaquino reconoce que será difícil sacar a los niños de las minas porque “tienen mentes de hombres”, que preferirán ganar los Bs 200 que ganan a la semana para ayudar a sus familias en las minas, en vez de perder tiempo y dinero sentados en una escuela. “Van a la escuela cansados, se duermen y odian el estudio porque no entienden. A los 15 años se casan, a los 18 tienen hijos que harán lo mismo que ellos”, dice Joaquino. Para cortar este círculo, agrega que darán desayuno y capacitarán a los menores en plomería y carpintería.
La desnutrición facilita que la contaminación producida por las cabezas de ingenio causen diarrea y vómito a los niños. “En la mina Pailaviri hay un 40% de niños desnutridos y en las escuelas todos tienen bichos. Los animales beben agua contaminada, y luego esa carne la comen los niños”, agrega el titular de salud municipal, Manuel Canaviri.¿Y qué querés ser de grande?, preguntamos a Walter, un vendedor de piedras del cerro: “Minero como papá”, contesta cansado y feliz.
Pachamama contra la mujer por amor al Tío
Las mujeres tienen vetado el ingreso a los socavones porque, según dicen los mineros, son portadoras de mala suerte para la explotación de la plata.En realidad, tal prohibición se debe a una cuestión de celos. Según la tradición, si una mujer entra a la mina, el diablo puede enamorarse de ésta y dejar de fecundar a la Pachamama (madre tierra), lo que causaría una escasez de plata.Si, en cambio, el Tío no se interesa por la mujer que entró en el cerro, entonces la Pachamama puede sufrir un acceso de celos y dejar de abrir sus entrañas para que el diablo la fecunde. En cualquier caso, los que salen perdiendo son los labradores de la panza del cerro, que en el pasado han sufrido la sequía del mineral y lo han atribuido a la presencia de alguna mujer en los socavones, según afirman los propios mineros que guardan con celo, esta tradición. Pero cada regla tiene su excepción.“Hubo casos en los que el minero moría y sólo dejaba hijas, por lo que la mayor debía tomar su lugar. Entonces el diablo veía a la mujer como un minero y no intentaba seducirla, como dicen que ha pasado en Potosí, donde mineros le han regalado mujeres vivas al diablo, a cambio de abundantes vetas de plata”, dice Zaida Marka, hija y esposa de minero, que observa a sus niños mientras estos venden trozos de minerales a los turistas en las bocas de mina del cerro. En la colonia, los españoles impedían que sus mujeres entren a las minas para que no vean y se impresionen con el trabajo inhumano que realizaban los mitayos (indígenas) en la extracción de la plata.“Cuando el diablo se emborracha, la Pachamama le suplica que salve a sus hijos mineros de los derrumbes. El la complace y la fecunda”, concluye doña Zaida.
Las mujeres tienen vetado el ingreso a los socavones porque, según dicen los mineros, son portadoras de mala suerte para la explotación de la plata.En realidad, tal prohibición se debe a una cuestión de celos. Según la tradición, si una mujer entra a la mina, el diablo puede enamorarse de ésta y dejar de fecundar a la Pachamama (madre tierra), lo que causaría una escasez de plata.Si, en cambio, el Tío no se interesa por la mujer que entró en el cerro, entonces la Pachamama puede sufrir un acceso de celos y dejar de abrir sus entrañas para que el diablo la fecunde. En cualquier caso, los que salen perdiendo son los labradores de la panza del cerro, que en el pasado han sufrido la sequía del mineral y lo han atribuido a la presencia de alguna mujer en los socavones, según afirman los propios mineros que guardan con celo, esta tradición. Pero cada regla tiene su excepción.“Hubo casos en los que el minero moría y sólo dejaba hijas, por lo que la mayor debía tomar su lugar. Entonces el diablo veía a la mujer como un minero y no intentaba seducirla, como dicen que ha pasado en Potosí, donde mineros le han regalado mujeres vivas al diablo, a cambio de abundantes vetas de plata”, dice Zaida Marka, hija y esposa de minero, que observa a sus niños mientras estos venden trozos de minerales a los turistas en las bocas de mina del cerro. En la colonia, los españoles impedían que sus mujeres entren a las minas para que no vean y se impresionen con el trabajo inhumano que realizaban los mitayos (indígenas) en la extracción de la plata.“Cuando el diablo se emborracha, la Pachamama le suplica que salve a sus hijos mineros de los derrumbes. El la complace y la fecunda”, concluye doña Zaida.
jueves, 10 de abril de 2008
VIUDAS, HUÉRFANOS, MUTILADOS Y OLVIDADOS EN CHAPARE
LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ
(FRAGMNENTO)
Con el ascenso de Evo Morales al poder, la paz llegó a Chapare (cuartel general cocalero), pero la justicia se hace esperar. Hay cientos de víctimas, entre campesinos y uniformados. Se quejan de un abandono eterno.
Roberto Navia y Darwin Pinto
David Sapiencia escuchó los tiros y su cabeza retumbó como si le hubieran vaciado en ella un cubo de plomo ardiente y echó a correr hacia el lugar donde acababan de salir huyendo una bandada de pájaros.
Cuando llegó, empapado en sudor y mosquitos, cámara en mano se topó con cinco cocaleros heridos de bala, con la mirada perdida, con las manos tapando el hueco por donde se les había entrado el fuego y se les escapaba la vida. Los auxiliaban amigos y familiares gritándoles a la cara que: ‘No te mueras’, ‘Mirame a la cara’, ‘No, no te duermas carajo’, ‘Agarrate de mí, para que no te vayas’. Más allá, en ese ámbito verde-virgen matizado por el rojo abundante de la sangre entre el pasto, vio a otros cuatro cocaleros que ya estaban muertos, desbaratados como un castillo de naipes, boca arriba, de cara brillando al sol pese a la oscuridad de su raza, uno de ellos con los intestinos en las manos, como si los ofreciera de regalo, como si les diera su último abrazo de amor, dobladito como un feto, mientras los familiares de los caídos, llorando, en un castellano difícil, le contaban al fotógrafo que los habían agarrado a balazos, que ellos estaban desarmados, que sacara fotos carajo...
Entonces los militares aparecían de la nada. Rostros pintados, armados para la guerra, con aires de cazadores se acercaban a decirle que parara de tomar fotos y que se mandara a mudar de ese sitio en el que él (el fotógrafo) estaba sobrando. El lugar era la Senda Seis, en pleno Chapare, y David Sapiencia, aturdido por las imágenes que pasaban por su mente como si fueran una lluvia de meteoros, sin entender las palabras que le llovían en los oídos, después no daría crédito a lo que había captado su lente. Sapiencia ya tiene las fotos y opta por una retirada sigilosa. Los soldados aún no le han quitado la cámara que ha atrapado toda la escena.
Después sabrá que por haberse metido con una cámara en un lugar comprometedor, terminaría registrando un material para la historia. Pero no se arrepiente, aunque después, rendido ante la desesperación tras ser retenido por los militares, se anime a llamar llorando a su mujer, deseando no haber estado ahí, temiendo por su vida...
Últimas noticias de Chapare: una vez Evo llegó al poder, la paz se hizo en el trópico de Cochabamba, pero todo lo demás siguió igual: los campesinos lamiendo sus heridas, los huérfanos llorando a sus padres, la viudas trabajando el doble para suplir la ausencia del esposo y los muertos alejados de su descanso eterno por una guerra subterránea cuyos asesinatos de campesinos y soldados aún siguen impune.
LA SOMBRA DE UN PARAISO PERDIDO
Chapare ha sufrido una metamorfosis constante. De ser la capital de la droga en la época de los años 80, pasó a convertirse en la cuna de la violencia en los 90 y continuó así hasta no hace mucho. Chapare era tierra de nadie, un paraíso de los narcotraficantes, una tierra libre de los bribones adictos a vivir del trabajo fácil. También era una oportunidad para los comerciantes de chucherías, capísimos en venderles porquerías a los narcos, como joyas y relojes de fantasía que luego éstos les regalaban a sus amantes que escondían en las casitas de dos y de tres plantas, donde también guardaban los fajos de billetes y los paquetes de cocaína. Todo esto lo sabe Jaime Balderrama, porque él estuvo en Chapare en tiempos del narcotráfico, y aún sigue ahí. Ahora tiene 69 años y todavía vive de vender periódicos.
En la época de los 80 le iba mucho mejor porque sus clientes le compraban entre cuatro y cinco ejemplares. "No es que los de antes hayan sido grandes lectores", aclara Balderrama, que sabe que los periódicos eran cotizados porque había la creencia de que la cocaína secaba mejor si se la envolvía en los periódicos, cuyas letras y fotografías en blanco y negro estaban cargadas de tintas químicas.Balderrama ahora es un anciano que camina a paso lento con un paquete de periódicos bajo el brazo. Camina por las calles de Villa Tunari, de Shinahota, y de vez en cuando siente añoranzas. "Ahora estos pueblos no son ni la sombra de lo que fueron", dice y apunta a una de las casas de dos plantas de Shinahota, que a simple vista parece abandonada.
Salustiano Gómez, otro poblador de Shinahota, sabe que esas casas no están abandonadas, pero por las fachadas descuidadas y las inservibles antenas parabólicas que parecen esqueletos de aves extrañas, dice que lo que queda de los pueblos de Chapare puede ser catalogado como ruinas perfectas. "Si usted hubiera visto las avionetas que aterrizaban cerca de acá, de donde bajaban hombres vestidos de blanco con maletines de cuero y luego subían el cargamento que hoy es penado por ley, hubiera pensado, al igual que yo, que ese auge de dinero, de drogas y de derroche nunca iba a terminar", dijo Gómez. Pero no sólo acabó, sino que a medida que los organismos internacionales iban exigiendo que el país se liberara del flagelo del narcotráfico, se fue instaurando una política contra las drogas y las plantaciones excedentarias de la hoja de coca. De esa lucha, entre Gobierno y cocaleros, salió Evo Morales y se coronó como el defensor a muerte de la llamada 'hoja sagrada'.
Pero también, por esa guerra de baja intensidad, campesinos, militares, soldados y policías, que detrás del uniforme se escondían personas tan campesinas como los cocaleros. De aquel paraíso, donde todo lo ilícito estaba permitido, quedan los pueblos cercanos a la carretera asfaltada (que une Santa Cruz con Cochabamba) y los recuerdos de las muertes cuando se mataba por ajustes de cuentas o a título de la erradicación de la hoja de coca.
martes, 8 de abril de 2008
ALEIDA GUEVARA LLEGÓ AL SITIO DONDE MATARON A SU PADRE
LA PRIMERA GUEVARA EN LA HIGUERA
Aleida rindió homenaje al Che en La Higuera. La hija del guerrillero, en el lugar donde murió su padre, destacó el trabajo que realizan médicos y maestros de Venezuela y Cuba en el país. Pidió a Bolivia seguir luchando por su unidad
Darwin Pinto. La Higuera
Después de muchos años y a miles de kilómetros de distancia del sitio de sus recuerdos, Aleida Guevara reconoció al hombre que cuando ella tenía cuatro años y medio le había tratado de enseñar a bailar twist y charleston en La Habana.
Esta vez, ese guerrillero no era el hombre aquél de sus recuerdos, el amigo de su padre que ella había conocido en los días felices en Cuba. Esta vez era la fotocopia de una fotografía pegada en una pared de La Higuera junto a otras de guerrilleros muertos en la campaña que había iniciado su padre en 1967.
“Perdónenme si se me quiebra la voz, pero es que aquí, viendo las fotografías, se me vienen a la mente rostros que conocí en mi infancia, rostros de gente que se reiría conmigo si ahora los pudiéramos ver por esos cerros”, dijo Aleida Guevara March, en el acto que se hizo en La Higuera con la presencia de las brigadas médicas cubanas y de los alfabetizadores caribeños, entre otros invitados, en ocasión de los 39 años de la ejecución del Che. En el momento de su ejecución, el 8 de octubre de 1967, el Che tenía también 39 años.
Aleida llegó a las 10:10 de ayer a La Higuera, entró a la escuelita donde funciona la posta médica, leyó las inscripciones en el busto mayor del Che, y tuvo el coraje suficiente para entrar en el museo histórico de La Higuera, que está en el mismo lugar donde acribillaron a Guevara Laserna.
La hija del Che, en un acto en el que casi no hubo presencia de bolivianos, señaló que esos hombres (los guerrilleros) dejaron atrás a sus familias por un ideal de igualdad. “Éste es un lugar duro y difícil, pero al estar rodeados por cubanos, bolivianos y venezolanos que traen educación y salud para este pueblo, hace que sea menos difícil. Lo que hace 39 años nos quisieron arrebatar, hoy tiene más vigencia que nunca”, dijo haciendo referencia al trabajo de los médicos cubanos y de los alfabetizadores extranjeros y nacionales. Señaló que pese a que se trata de bloquear el trabajo de los médicos y maestros de las misiones cubanas y venezolanas, pidió que sigan adelante con el deber cumplido. Agregó que ellos tienen el compromiso de hacer realidad el sueño que acabó a balazos hace 39 años.
A Bolivia le pidió que siga luchando por su unidad. A su vez, ‘Chato’ Peredo, presidente de la Fundación Che Guevara, trajo los saludos del presidente, Evo Morales (‘Chato’ conoció a Evo ahí en La Higuera, hace diez años, en una fecha como la de ayer). Luis Oblitas, cónsul de Venezuela, pidió homenajear al Che “dándole otra paliza al imperialismo”, mientras que el embajador de Cuba, Rafael Dausá, que estuvo siempre con Aleida, parafraseó a Tupac Katari con eso de ‘volver para ser millones’, y criticó el hecho de que para Estados Unidos haya terrorismo bueno y malo, según los intereses de los gobernantes de ese país.
Casi al final del acto llegó un helicóptero Puma venezolano para trasladar a Aleida Guevara a Santa Cruz. Hasta el último momento antes de que aterrice el aparato, se pensó que venía Evo Morales al evento. Sin embargo, no fue así. Sobre sus actividades realizadas el sábado en Vallegrande (donde la fecha pasó desapercibida), Guevara March dijo que les puso flores a los guerrilleros caídos y a su padre, pero no a nombre personal, sino a nombre de un pueblo y de una mujer (su madre) que quedó amando a Guevara eternamente en Cuba.
Los actos preparados para conmemorar los 39 años de la muerte del Che se vieron afectados por un bloqueo de caminos en Pucará. Una parte de la caravana que partió de Vallegrande hacia La Higuera, fue retenida ayer por el bloqueo. Los habitantes de ese municipio reclamaban electricidad y culpaban al Gobierno de Evo Morales de no querer desembolsar la contraparte necesaria para el proyecto, porque el oficialismo tiene diferencias con la Prefectura de Santa Cruz.
El ex guerrillero y actual concejal ‘Chato’ Peredo, uno de los perjudicados, tuvo que firmar un acta de compromiso en el que señalaba que haría lo posible para que el Gobierno actúe en la solución de ese problema.
Críticas a Evo y tributo a los ex soldados
La Octava División de Ejército rindió ayer homenaje a los ex soldados bolivianos caídos en Ñancahuazú y La Higuera en 1967. El comandante Ramiro Orellana dijo que las Fuerzas Armadas jamás se doblegarán y defenderán la tricolor, que pretendían cambiar por un trapo rojo, la hoz y el martillo. A su vez, el presidente de la Federación de ex Combatientes de Ñancanhuazú, Gelacio Peralta, criticó al presidente, Evo Morales, por homenajear al Che, al que calificó de ‘vulgar delincuente’, y olvidarse de los bolivianos caídos por defender la patria. En La Paz, el inspector general de las FFAA, vicealmirante Ismael Schabib Montero, dijo que si la guerrilla del Che hubiera ganado en Ñancahuazú, no habría existido más Bolivia, por lo que rindió tributo a los soldados caídos.
La Octava División de Ejército rindió ayer homenaje a los ex soldados bolivianos caídos en Ñancahuazú y La Higuera en 1967. El comandante Ramiro Orellana dijo que las Fuerzas Armadas jamás se doblegarán y defenderán la tricolor, que pretendían cambiar por un trapo rojo, la hoz y el martillo. A su vez, el presidente de la Federación de ex Combatientes de Ñancanhuazú, Gelacio Peralta, criticó al presidente, Evo Morales, por homenajear al Che, al que calificó de ‘vulgar delincuente’, y olvidarse de los bolivianos caídos por defender la patria. En La Paz, el inspector general de las FFAA, vicealmirante Ismael Schabib Montero, dijo que si la guerrilla del Che hubiera ganado en Ñancahuazú, no habría existido más Bolivia, por lo que rindió tributo a los soldados caídos.
128 AÑOS DE UN VIAJERO SIN PATRIA: ULISES
JAMES JOYCE: DIOS ES UN GRAN RUIDO EN LA CALLE
Darwin Pinto
Dios era un gran ruido en la calle…
Dios era un rayo que caía sobre las casas y entraba por las ventanas sin pedir permiso. Eso lo llenaba de terror en sus años de infancia y lo hacía encerrarse en los armarios y hablar consigo mismo. El terror al fuego caído del cielo lo hacía monologar interiormente, lo entrenaba para ser el creador de una de las prosas más complejas del idioma inglés y uno de los escritores más llamativos del mundo. El miedo iba convirtiendo a James Joyce en JAMES JOYCE.
Hijo de un padre irresponsable, borracho y anticlerical, y de una madre ferozmente católica y demasiado débil; como buen irlandés, James Joyce era un ser humano de ésos que entienden las cosas a su manera y les importa un carajo pararse a pensar cómo complacer a los que no lo entienden y se quedan detrás de él ladrando su descontento.
Sólo así se puede entender que haya popularizado, pese a las críticas, el estilo literario del monólogo interior, que tiene su máxima expresión en su novela Ulises, escrita con estilos diferentes en cada uno de sus capítulos. A James Joyce, acostumbrado a lidiar con los demonios interiores de su amor desmedido a su padre alcohólico y al desdén por su madre católica, jamás le hicieron mella las críticas feroces de detractores de elevados quilates, como la de la escritora inglesa Virginia Wolf, que cierta vez lo calificó de “pobre proletario ignorante”.
Su frivolidad céltica lo hizo sobrevivir al dolor físico que le causaba su ceguera provocada por el alcohol barato y a la miseria de su vida, que desde el principio fue la triste crónica de un alma sosegada en una marcha inevitable hacia la decandencia y la autodestrucción. Pese a su extraño talento de caerle mal a la gente de su época, el tiempo le dio la razón.
El 2 de febrero este dublinés, que se autoexilió de su país y se declaró ciudadano de sí mismo, hubiera cumplido 128 años de no haber muerto en 1941 por una complicación en las entrañas, casi ciego y sin patria en un hospital de pobres de Zurich (Suiza). Extraña coincidencia, allí iría a morir en 1986 Jorge Luis Borges, uno de los estudiosos más importantes de la obra de Joyce.
Ulises
Aún su familia no había perdido lo poco de dignidad que le restaba tras el descalabro emocional del padre de los 11 niños, cuando el pequeño James en la escuela escuchó el relato de su maestro sobre las aventuras de Ulises, el personaje de Homero que aparece tanto en la Iliada como en la Odisea.
Odiseo, que es el otro nombre de Ulises, eran un griego que no tenía la fuerza del rey Agamenón, ni la fiereza de Aquiles, pero tuvo la audacia de idear la estrategia de entrar en la sitiada Troya en el interior de un gran caballo de madera. Cuando el maestro preguntó a los chicos con qué héroe de la historia homérica se identificaban, el chico Joyce dijo simplemente: Ulises, que en nada se parecía a los musculosos héroes homéricos.
Ulises (Ulysses) novela experimental en la que logró que cada uno de sus episodios o aventuras no sólo condicionara, sino también “generara” su propia técnica literaria: así, al lado del “flujo de conciencia” o monólogo interior (básicamente se trata de escribir lo que se piensa en estados de duermevela) se encuentran capítulos escritos al modo periodístico, teatral, el ensayo científico, o incluso imitando las series de preguntas y respuestas de los catecismos.
Sus ataques a las instituciones, principalmente a la Iglesia católica y al Estado, son continuas y muchos de sus pasajes fueron declarados obscenos por sus contemporáneos.
Las fobias
Joyce, hermano mayor en una familia católica irlandesa (minoría dominada por el protestantismo en un país desgarrado por la ocupación inglesa), detestaba el rugby, el boxeo, la lucha, los deportes de contacto físico que a los ingleses servían para dominar el temperamento, pero le gustaba la natación. Le aterrorizaban los truenos, porque a él le habían enseñado desde niño que Dios era un gran ruido en la calle y justificaba sus arranques de pánico en las jornadas de tormenta diciendo que los rayos entraban en las casas sin pedir permiso. Al preguntársele por qué sus hijos no heredaron su terror a la tormenta, James respondió: “Ellos no tienen religión”.
lunes, 7 de abril de 2008
ENTREVISTA A ROBERTO NAVIA, PREMIO ORTEGA Y GASSET
CON VARIOS KILÓMETROS DE
CHARLAS Y VINOS A CUESTAS
A Roberto (izq. en la foto) lo conozco desde que estábamos sin estar detrás de las notas que escribíamos sin mayor premura que la de llegar a fin de mes para cobrar y suspirar aliviados...Pero pasó que apareció el Nuevo Periodismo, las tertulias con coca, con tragos, los fantasmas de mujeres de viva presencia, los libros desquiciados y las golondrinas de la política revoloteando por cuartos llenos de más libros y más botellas vacías y entonces supimos que los diarios eran más que simples papeles con tinta....
Darwin Pinto Cascán
El niño que había soñado con ser arquitecto; el que para sobrevivir había recorrido montado en camiones destartalados los huecos más tristes del Chaco boliviano junto a su familia nómada por necesidad, encabezada por su infatigable padre carpintero, ese muchacho acaba de ganar el premio Ortega y Gasset que otorga el grupo mediático El País, de España, en la categoría de mejor trabajo de Investigación, por el reportaje Esclavos made in Bolivia. Ahora ya no es más un muchacho. Ahora es Roberto Navia, toda una marca.
Por eso ayer llegué a su casa, no a visitarlo como compinche de tertulias y vinos de medianoche, sino como periodista a quien se le ha encomendado la entrevista de rigor. Ahí estaba Roberto, sin haber almorzado aún por los nervios, sonriente, resistiéndose a creer lo que le estaba pasando...
- ¿Qué de nuevas?
- Es verdad nomás lo del premio.
- ¿Querés charla o entrevista?
- Charla nomás.
- La esclavitud de bolivianos en Argentina y Brasil siempre estuvo ahí, pero...
- Antes había hecho un reportaje sobre los inmigrantes bolivianos en España, pero me di cuenta de que no hacía falta cruzar el Atlántico para hallar bolivianos esclavos. En Brasil y Argentina también los había. Decidí contar esa historia porque si no lo hacía, era un peso con el que no podría vivir. Era un proyecto difícil, insistí, se hizo con ayuda de la fundacion Unir y EL DEBER. Me subí a un ferrocarril y luego a un bus hasta Brasil.
- ¿Cómo fue el reporteo?
- Me identifiqué como periodista, me hice cómplice de los inmigrantes esclavos y me metí en su submundo para llegar a los esclavizadores.
- ¿Qué fue lo más difícil?
- Preguntarle a alguien por qué esclaviza a un ser humano.
- ¿Cuál fue tu ruta?
- La idea era sólo Brasil, pero reporteando descubrí que había otra ruta de esclavos bolivianos que pasaba por Paraguay y llegaba hasta Buenos Aires. Ahí hallé bolivianos que preferían vivir en un barrio hecho de basura en vez de ser esclavos.
- ¿Qué te impactó más?
- No hay cosa peor que sentirse inmigrante. Es peor que ser asesino o tener la peste. Luego me marcó ver los ojos amarillos de la gente desnutrida, ver gente que manda saludos a sus parientes en Santa Cruz luego de 20 años de ausencia. Vi a una mujer que fue liberada porque moría de tuberculosis después de cinco años de no haber visto una calle. Los quejidos siempre son elocuentes.
- ¿Qué reacciones hubo?
- El Estado es vergonzosamente inoperante. Hay un 25% de bolivianos en el exterior y no hace nada para matar la burocracia.
- Desde tu experiencia, ¿qué es ser inmigrante?
- Es como un mal, en cualquier momento te toca.
- ¿Todo esto cambió tu visión del periodismo?
- Hay miles de historias por ser contadas, uno no puede descansar. Eso tiene que entenderlo la gente en los periódicos.
- ¿Qué balance hacés del periodismo?
- Hay una corriente generacional nueva y pequeña con talento que no le envidia nada a los de afuera. El periodismo es un compromiso mayor que la coyuntura. Que este premio sirva para dar luces a los medios y que apoyen la investigación.
- ¿Cuál fue tu escuela?
- La lectura de los grandes escritores que fueron periodistas. La literatura es madre de todo el buen periodismo. García Márquez, Vargas Llosa o Allan Poe son prueba de eso.
- ¿Cómo ves tu vida de aquí en adelante?
-Espero que se me abran más puertas y que el nombre de Bolivia quede en alto. Para hacer buen periodismo hay que viajar, no soporto hacerlo desde un escritorio.
- ¿A quién te encomendás cuando empezás un reportaje?-Me encomiendo a mi padre, a la suerte, a Dios y a que mi olfato periodístico no me falle.
Fin de la entrevista, aprentón de manos. Atrás de él, enmarcado sobre su sala está una foto de ambos que nos sacaron el día que presentamos la biografía no autorizada de Evo Morales y entonces recién caigo en cuenta de que el logro de Roberto no es más que el principio para los nuevos tiempos que se vienen para el periodismo boliviano. Nos despedimos y 20 minutos después otra vez estamos en el diario, metiéndole bala a la vaina, como todos los días.
UN ESTETICISTA DEL HORROR
LA MÁSCARA ROJA DE EDGAR ALLAN POE
Mañana se cumple el 158 aniversario de la muerte de quien es considerado el padre de la literatura policial y de ciencia ficción. Le dio vida a uno de los primeros géneros nacidos en el nuevo mundo y que influenció en Europa a personajes como Baudelaire, Stevenson y Connan Doyle, entre otros autores
Darwin Pinto
Ya la muerte roja y su pestilente máscara de exterminio penetró con engaños en el palacio de la felicidad y congeló en una mueca de terror la alegría de sus habitantes, que se creían a salvo de la peste detrás de esos muros, no tan impenetrables. Ya Montresor se vengó de Fortunato confinándolo vivo detrás de una pared de ladrillos en lo más hondo de las catacumbas donde se añejan vinos amontillados y huesos humanos.
Auguste Dupin develó el misterio de los asesinatos de la calle Morgue, el corazón delator acusó al culpable del crimen del anciano de mirada enloquecedora, el gato negro gritó como un ser humano para denunciar lo innombrable y el cuervo graznó otra vez ese maldito y definitivo: Nunca más. Ya ha ocurrido todo eso cuando Edgar Allan Poe despierta del delirium tremens en un hospital de Baltimore, levanta su puño amenazante y saca un grito desgarrado con lo último de sus fuerzas: Que Dios se apiade de mi pobre alma. Cae fulminado por fin, la vida deja de apuñalarlo por dentro y la muerte, obsesión a la que le dedicó casi toda de su obra, se torna en una heroína liberadora para un hombre que nunca fue feliz. Antes de ser encontrado moribundo en una zanja, vestido con ropas de niño; antes de ser hospitalizado en ese hospital de Baltimore, antes de la crisis final de delirium, él ha sido echado a patadas de las cantinas donde ya nadie quiere fiarle vino.
La gente ya no tiembla ante su poema El cuervo y en vez de monedas le lanzan tomates y cosas peores. Sin hogar, sin familia, sin amor, adicto al láudano y al alcohol, se pasa las noches llorando sobre la tumba de su prima-esposa Mary Claim. La tragedia de su vida empezó desde su nacimiento, cuando fue abandonado por su padre irlandés, David Poe.
A los tres años quedó huérfano de madre (Elizabeth Arnold, una triste comediante inglesa muerta de tuberculosis) y sus dos hermanos fueron repartidos entre otras familias como animales (ambos murieron siendo niños). Mal querido por su tutor John Allen, se hizo adicto al juego, al alcohol, al láudano y se convirtió en un autor tan genial (creó los géneros del relato policial y la ciencia ficción), que en su tiempo pasó desapercibido. Pese a eso, Allan Poe nunca sabrá que él, el hombre que jamás se sintió amado, será adorado por millones tras su muerte. La canción de Bob Dylan Just Like Tom Thumb's Blues está basada en la calle Morgue. En la portada del disco Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de The Beatles, uno de los personajes allí reflejado es Poe.
El grupo Alan Parsons Project realizó canciones dedicadas a Poe en su disco Tales of Mystery and Imagination, con colaboraciones de Orson Welles. En 1981, Iron Maiden, realizó la canción Los asesinatos de la calle Morgue (en su disco Killers), Gustavo Cerati (Soda Stereo) compuso el tema Corazón delator, y Tim Burton le rindió homenaje en su cortometraje Vincent.Sobre el género policiaco creado por Poe, tres escritores nacionales opinan. “Ha sido históricamente maltratado, aunque se lo está reivindicando”, dice Wilmer Urello, Premio Nacional de Novela 2007 con Los fantasmas asesinos, una historia policial. “El género goza de buena salud”, afirma Gonzalo Lema (ganador en 1998 del mismo premio), que en la misma corriente ha escrito las obras Un hombre sentimental y Dime contra quién disparo. Ramón Rocha Monroy (premio 2004), autor de la obra Ladies Night, dice que lo mejor del género es la fuerte tensión que causa en el lector. Mañana se cumplen 158 años de la muerte de Poe y el extraño de siempre (dicen que es una sombra en la noche) le dejará sobre la tumba la acostumbrada rosa roja al más desdichado y genial de los narradores estadounidenses.
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