sábado, 5 de abril de 2008

ENTREVISTA A AUGUSTO ROA BASTOS I

"ESE BÁRBARO OFICIO DEL HOMBRE: LA GUERRA"

Fue uno de los narradores más importantes del siglo XX. Gran parte de su obra se basó en la guerra que enfrentó a Paraguay con Bolivia. En una charla con Darwin Pinto en 2002, el autor de Hijo de Hombre habló de su experiencia en el conflicto y de la influencia de éste en su obra

Darwin Pinto

Encorvado por sus 83 años de vida difícil y cubierto con un aura blanca y solemne de patriarca bíblico, Augusto Roa Bastos dejó a un lado sus males cardiacos y pulmonares, sus recuerdos ingratos de exilios y ausencias y nos atendió en su departamento del exclusivo barrio asunceño de Las Carmelitas.

Siempre amable, con un aire de dignidad humilde y sobrenatural, el autor de “Yo el Supremo” saluda con sus manos de artesano y después de decir con un hablar difícil “¿Ah... usted es de Bolivia, ese país misterioso en cuyo Oriente se habla el mejor castellano de América?”. Contesta con una voz grave de pajarito enfermo que contrasta con la fluidez de río con que sus palabras construyen una elocuencia que parece increíble en un hombre que ni la grandeza de ser uno de los escritores más importantes del siglo ha borrado de sus ojos grises el recuerdo de una guerra que le cambió la vida para siempre.

-¿Cuál fue su experiencia en la Guerra del Chaco?
-A los 16 años dejé los sembrados de hierba mate en Campaña y me fui de voluntario al campo de batalla donde me hice hombre viendo morir a mis amigos. A pesar que mis bríos de juventud me empujaban a vivir la aventura horrorosa de la guerra, nuestros oficiales me impidieron pasar al frente, relegándome al trabajo de auxiliar de enfermería. De modo que mi trabajo era levantar muertos y colaborar con los cirujanos para tratar de salvar heridos. Cuando ustedes lanzaban sus asaltos suicidas, yo tenía que escurrirme por el frente llevando bolsas de alimentos, talegos de agua y proyectiles para los que se reventaban en la primera línea. Era un infierno.

-¿Qué le enseñó ese infierno?
-Descubrí que el ser humano en sociedad es más importante que el individual. Aprendí que toda guerra es tremenda y peor si es contra tu hermano. Aquel conflicto fue el extremo de la estupidez humana, el fruto de una política mal entendida por pequeños grupos de poder de los dos países. Ahí mi vida cambió totalmente, porque descubrí que en ese bárbaro oficio como es la guerra uno no puede mentirse, porque frente a la muerte, la verdad acude desnuda sin que uno la llame.

-¿La guerra marcó sus letras?
- Sí. Para zafarme de esa verdad que aprendí en las trincheras fue necesario que escriba todo aquello que vi entre el humo y el fuego de la Guerra del Chaco, pero manteniendo siempre lo que llamo el gran desorden creativo, porque vivimos en un mundo laberíntico y ese laberinto nos persigue a donde vayamos y tenemos que pelear contra eso a través del infierno denso de los intentos de la creación. La literatura fue una especie de catalizador para digerir los terrores de la guerra ingrata que enfretó a dos hermanos gemelos. A pesar que las guerras dejan un trauma en sus hijos, esta es una base grande para la creación de no ficción y te da un impulso de recrear lo vivido. La guerra con Bolivia me dio muchos elementos y riqueza de historias e imágenes para mi posterior producción literaria. Me abrió el horizonte humano, me enseñó valores que hasta entonces eran desconocidos para mí; me dio la capacidad de ir asimilando los conceptos de la vida e identificarte con los seres que más sufren. Vi la erosión de la vida misma.

-¿Cómo se cuenta una tragedia de la que se es víctima-testigo?
-Cada tema tiene su lenguaje y esa guerra tenía un lenguaje propio que yo tardé años en encontrar, un lenguaje que se adaptara a la plasticidad de los hechos. En ese proceso sufrí los efectos de la envidia y me costó mucho luchar contra eso. No me arrepiento porque de ese esfuerzo surgió el reto de saber hasta dónde sos capaz de llegar. ¿Hasta dónde puedo llegar? Bueno, aún no lo sé porque todavía estoy en camino.

-¿Conoce Bolivia?
-Sólo Villamontes. Ahí viví terribles combates donde murieron miles de paraguayos en el intento vano de tomar las riquezas petroleras. Ese es un sitio sagrado porque resume la esencia de los bolivianos que en Villamontes formaron una sustancia tan humana, que parecía un muro infranqueable para los paraguayos.

-¿Qué hizo después de la guerra?
-Volví a Asunción y busqué trabajo. Me metí en el Colegio de Comercio, en esa escuela hice dos años de contabilidad y después entré a trabajar en el Banco de Londres sustituyendo a una hermana mía que trabajaba ahí. Cuando acabó el conflicto sentí la tremenda tristeza de haber peleado contra los hermanos bolivianos, esa misma tristeza que se hizo literatura después, cuando los muertos ya eran montones de huesos.

1 comentario:

KRIM dijo...

muy buena entrevista que bueno que haya gente que sepa de este bueno e importante escritor