viernes, 11 de abril de 2008

Y DIOS GOLPEÓ A LA VILLA IMPERIAL DE CARLOS V


HISTORIA TRÁGICA Y GRANDIOSA DE
UNA TIERRA QUE VALE UN POTOSÍ
La Villa Imperial fue hogar de personajes ilustres como un nieto de Colón, un sobrino de San Ignacio de Loyola o un hijo bastardo del rey Carlos III, entre otros.


Darwin Pinto

Esta villa de piedras grises y balcones carcomidos por los siglos es un oasis de palacetes medievales atrapados en el tiempo y rodeados por cerros mitológicos. Allí yacen humillados dioses incas derrotados por los arcabuces de los hombres vestidos de fierro que se llevaron la sangre de los indios y la del cerro sagrado para moldear a España hasta convertirla un imperio.
El 21 de abril se cumplieron 462 años desde que Juan Villarroel, el primer español que pisó el cerro sagrado, encontró la primera gran veta de plata que haría legendaria la riqueza del lugar. Entre los arrabales en los que sólo crecían casas de adobe con techos de paja, (donde los nativos se defendían del frío muriéndose de tristeza) nació un campo minero cuya reputación trascendió los mares con la velocidad de la peste. Después, el caserío lúgubre y fangoso donde habitaban indios sin dios ni comida, se transformó en la Villa Imperial de Carlos V, ciudad que tuvo 160.000 habitantes en el siglo XVII, más que el París o el Londres de la época, mientras que en el siglo XXI, tiene 176.000, la cuarta ciudad más poblada de Bolivia.


La historia de Potosí está comprimida en libros con forros de cuero y páginas amarillas (casi siempre rotas y hediondas a viejo o a algún perfume antiguo de mujer), entre los anaqueles de los archivos históricos de Sucre y de la Casa de Moneda en Potosí.

Así como los cronistas potosinos Bartolomé Orsúa Arzans y Nicolás Martínez (siglo XVIII), o Modesto Omiste, (siglo XIX), escribieron la historia de la Villa (agua escurridiza que canta lo que gente antigua hizo o pensó), otros narradores de distintas naciones y épocas contaron al mundo los hechos reales o inventados ocurridos en esta ciudad de fantasmas.


Entre esos autores se cuentan a Miguel de Cervantes, que en su ‘Quijote de la Mancha’, acuña la frase: “Vale un Potosí”, haciendo referencia a algo invaluable. También el nobel colombiano, Gabriel García Márquez, en su novela “El General en su laberinto”, cuenta la visita de Bolívar al cerro, el 28 de octubre de 1826; mientras que el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su trilogía “Memoria del Fuego”, narra la historia dolorosa y colosal que sufrieron los mitayos potosinos bajo los látigos españoles que retumbaban en la panza golosa del cerro comedor de gente.
Si bien los autores pusieron sus ojos en esta veta potosina, invalorable por sus leyendas, no menos resonantes fueron algunos nombres de los habitantes de este campamento minero-Villa Imperial.

“Severino Colón, natural de Potosí y bisnieto de Cristóbal Colón, que dio a España el Nuevo Mundo, entró a la plaza con un mundo grande, denotando ser el que descubrió su bisabuelo, junto a 50 famosos mineros del cerro”, describe Martínez y Vela a este Colón en una de las frecuentes fiestas potosinas.
Por otro lado, según escritos de 1562, el capitán del ejército español Froilán Zapata, tras explotar durante diez años la mina que lleva su apellido, abandonó Potosí y se llevó al Asia 2 millones de pesos en plata. Veinte años después escribió a sus amigos de Potosí, contando que era general de las galeras turcas. Según los españoles prisioneros de los moros, Zapata era el rey de Argelia.

En 1579, luego que Juan Pereira deja Potosí para gobernar Chile (donde lo matan lanzas araucanas y el líder indio Caupolicán bebe el vino de la victoria en el cráneo de Pedro de Valdivia, fugaz conquistador de esos presidios), viene a gobernar la Villa Martín de Loyola, sobrino de San Ignacio de Loyola. Sin embargo, las crónicas no dicen el destino final del pariente del santo fundador de la orden de los jesuitas, expulsada de Bolivia en 1776.
En 1589, mientras Potosí sigue enviando refuerzos a Chile asolado por los feroces araucanos, llega a la Villa, San Francisco Solano, que pasa a Tucumán para combatir el pecado. Villa Montes llevaba el nombre de este santo hasta el siglo XX.
Las crónicas también hablan de Francisco de Paula Sanz, gobernador de Potosí, del que se afirma era hijo bastardo del rey Carlos III. Del amor de Sanz con una inca, nació Wallparrimachi, mestizo poeta que murió en las huestes independentistas de Manuel Ascencio Padilla en la batalla contra el realista cruceño Francisco Xavier Aguilera, vencedor de Warnes en el Pari, y muerto en Vallegrande.


Manuscritos de un rey en pisos de letrinas
Durante las arduas campañas de la independencia y en cada una de las revoluciones que desangraron el país en casi dos siglos de la república, los documentos oficiales del poder político, las cuentas de las cajas reales potosinas que describían la cantidad de plata extraída por cada minero español, además de crónicas que contaban las hazañas y desastres del pasado nacional, rodaron en el fuego mítico de campamentos de guerra en montañas, altiplano o llano, para calentar a los guerrilleros libres y a las tropas realistas.
Incluso, cartas de obispos y cédulas reales selladas con el anillo de los reyes de España fueron a dar a letrinas nativas. Sólo el 25% de esos documentos ha sido rescatados, según dicen la directora del archivo de Sucre, Marcela Inch, y el director de la Casa de la Moneda, Edgar Valda, que ahora pelean contra la falta de condiciones para preservar ese patrimonio.

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