sábado, 5 de abril de 2008

LAS CLAVES QUE TUMBARON A UN EXILIADO

"CURAS Y PERIODISTAS: CLAVES EN LA CAÍDA DE GONI"

Según sacerdotes alteños que salieron a las calles a defender al pueblo de la represión militar, la Iglesia salió fortalecida de las jornadas de octubre. La gente ya sabe en qué medios confiar y en cuáles no

Darwin Pinto
Apesar de los 7 grados de temperatura y un viento espeso que baja silbando desde los Andes, el cura de sotana blanca suda al hablar. Agitado, con el rostro cansado por sus 70 años y por el caos que se escucha en la calle, suspende de golpe la conferencia de prensa improvisada que da a EL DEBER, la prensa británica y argentina, en la parroquia Cuerpo de Cristo en El Alto.

Una joven con cara de asustada le ha dicho que hay nuevos heridos del choque entre alteños y militares, y él, con el tono marcial de todo buen austriaco, invita a los periodistas a acompañarlo en su ambulancia que ya sabe de cargar medicinas, heridos y muertos. La ambulancia va a 50 kilómetros por hora en caminos de tierra, salta como un elefante cansado sobre piedras y palos que bloquean las raquíticas rutas, arrolla rompemuelles y pozos, mientras el sacerdote responde preguntas de la prensa que va con él dando tumbos en el interior del vehículo y contesta por celular preguntas de otros periodistas. Todo al mismo tiempo.

La sirena no deja de ulular y una triste banderita de la Cruz Roja tiene el fabuloso poder de protegernos de las piedras voladoras que golpean a los vehículos que no acatan el paro obrero-campesino que se propone derrocar a Goni. La ambulancia no acata el paro porque debe salvar vidas y los bloqueadores se abalanzan sobre ella, la frenan. Los periodistas nerviosos toman apuntes estorbándose mutuamente y los flashes de las cámaras salen desde el vehículo hacia la turba: “Ah padrecito Obermaier, es usted, pase nomás”, dice el líder del bloqueo zonal, y la ambulancia sigue corriendo contra el tiempo, a favor de la esperanza.Sebastián Obermaier es uno de los curas católicos alteños de base que se remangó las sotanas, y a la prédica le agregó la acción, mientras que aquellos periodistas fueron sólo un puñado de gente que “estuvo ahí” para mostrar al mundo lo que sucedía en este remoto país de triste pasado y futuro incierto.

Aquella escena sólo fue una más de las que compartieron sacerdotes y periodistas en las lúgubres jornadas de octubre. ¿Resultado?: la Iglesia católica y algunos medios de comunicación se repartieron la confianza del pueblo, porque una guió las almas atormentadas por la desesperanza y los otros condujeron hacia la luz el pensamiento de gente desorientada por la tragedia. Misioneros extranjeros como Sebastián Obermaier o párrocos diocesanos como Modesto Chino o Willy Soria (Villa Ingenio), se pusieron los zapatos del pueblo, (a diferencia de iglesias, como la chilena, que calló los crímenes de la dictadura), lo que le valió a la Iglesia católica alteña recuperar el espacio perdido a manos de otros cultos, que, salvo la Iglesia Metodista, no participaron en los choques de octubre. “Cada sacerdote participó por opción, por su vinculación a la gente, no por el mandato de su obispo.

En un momento del conflicto, la gente se preguntó en quién iban a confiar, y la respuesta fue: en la Iglesia. 14 sacerdotes nativos y 10 misioneros de otros países defendieron, resguardaron y acompañaron a la gente en los momentos de confusión. La Iglesia se fortaleció porque recuperó la credibilidad del pueblo”, dice Modesto Chino (33), hijo de mineros orureños y cura de la parroquia San Francisco de Asís, en Senkata. Según Sebastián Obermaier, la Iglesia estuvo presente en actos de misericordia.

“En la plaza de la Cruz de El Alto, la gente quería colgar a dos miembros de la PTJ. Les pedimos que apostemos por la vida, porque no éramos asesinos”, dijo. Agregó que la Iglesia ayudó con transporte, alimentación de damnificados y la Diósesis alteña formó una comisión de derechos humanos que opera con los familiares de muertos y heridos para conseguir las indemnizaciones.

“La Iglesia fue tremendamente contestataria con el gobierno anterior. Sánchez de Lozada mandó un avión a Trinidad para traer al Nuncio, para que este reflexione a monseñor Jesús Juárez y a los párrocos, que según el anterior gobierno, estaban en un rol subversivo. En el manifiesto del 13 de octubre, estos piden la renuncia de Goni”, afirma Mario Roque, jefe de redacción del diario El Alteño. Pero ¿quién llegaba con la voz de la esperanza a los lugares donde no tenían acceso los sacerdotes? La respuesta es los medios de comunicación, especialmente la radio. Roque agrega que entre los medios alteños (25 estaciones de radio legales, un diario y dos canales de TV de poco alcance) las radios alteñas fueron importantes. “Ahora El Alto tiene sus propias emisoras creíbles, dejando de lado a Fides o Panamericana de La Paz”, afirmó.“

Nuestra transmisión del conflicto no paraba, porque la gente nos pedía no parar. Después, otras radios más pequeñas, que antes sólo ponían música chicha, se colgaron de la señal de nuestra radio y formamos una cadena durante 10 días, hasta que desplazamos a la TV, porque ésta era poco creíble. La gente ya sabe en qué medios confiar y en cuáles no”, dice Lucía Sauma, directora de radio Pachamama (11 años al aire) de El Alto, que junto a las radios Integración y San Gabriel, entre otras, cubrieron el conflicto.

“Si no era por el trabajo de los medios alteños, nadie se iba a enterar de que en esta ciudad estaba muriendo gente. Esa apatía de los medios de los centros de poder que sólo miran alrededor de la plaza Murillo, se debe a que la voz de los excluidos siempre es lejana a esos medios. Todo era como una película. Mientras por el auricular oía las balas y los gritos de gente pidiendo auxilio, miraba hacia La Paz y allá no pasaba nada. Por eso hablamos con Derechos Humanos, el Sindicato de la Prensa y con Monseñor Jesús Juárez, y luego nos fuimos a la red Erbol para hablarle al país. Nuestro rol fue conciliador”, afirma.

El hermano Jaime Calderón, director de la radio San Gabriel, donde se realizó la huelga de dirigentes aimaras desde el 10 de septiembre hasta la caída de Goni el 17 de octubre, dice que el papel de este medio en la revuelta de octubre fue haber educado para la libertad al pueblo alteño. "En 16 años de labor, hemos alfabetizado a 100.000 aimaras con libros bilingües. La educación concienciadora que ejecutamos, le dice al pueblo: organízate, porque el adulto que aprende a leer la palabra escrita, debe aprender a leer la realidad y en octubre eso fue lo que pasó", dice.Ya un politólogo había dicho que El Alto era un pueblo “peligroso”, no por la violencia de sus inseguras callejuelas, ni porque era un pueblo lleno de bronca por su pobreza sobrecogedora, sino porque era un pueblo lleno de radios y TV, es decir, bien informado.
El periodismo alteño aprendió a sangrar
Para Lucía Sauma, la directora de radio Pachamama de El Alto, ha nacido un nuevo periodismo alteño a raíz de la revuelta popular de octubre. “Es un periodismo que visibiliza más lo que está fuera de los centros de poder. Es un periodismo que se gestó mientras los periodistas aguantaban la guerra de febrero. Es un periodismo en el que los reporteros jóvenes se enfrentaron a situaciones de las que sólo habían oído por los mitos que se cuentan del periodismo en la época de la dictadura”, dice.Agrega que en muchos casos hubo que dejar el celular a media transmisión en vivo para ayudar a un herido.

“Los jóvenes periodistas han palpado el caos. He visto reporteros llorar como niños al ver la tragedia, dejando de lado los viejos cánones de que los machos no lloran y que el periodista debe decir lo que ve sin comprometerse. El periodismo alteño se ha humanizado”, dijo.Aclaró que ahora el reportero debe optar entre irse del lado del que cree que la noticia es la pepa o el que rescata al humano encerrado en la noticia.


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